Aquellas voces periodísticas de la periferia política…

Francisco S. Cruz

No hay duda, Juan Bolívar Díaz y Andrés L. Mateo -entre otros periodistas-cronistas (políticos de “la secreta”)- hacen mucha falta, pues ya el país y el gobierno se perdió -por un cuatrienio (¡quién sabe!)-, vía un salvoconducto-decreto: de sus postulados ético-filosóficos, látigo crítico-oposicionista y sus temas de conjuro: corrupción -casi siempre pública-, impunidad, adecentamiento de la actividad política y del ejercicio del poder; pero, sobre todo, en el caso de Juan Bolívar Díaz y una franja de la “sociedad civil”, del siempre latente y neurálgico tema Haití y su defensa a ultranza.

Sin ellos, nuestra prensa o diarismo nacional luce huérfano (como sin brújula). Su “deontología” escasea y solo, con algunas excepciones, una gran cobertura de publicidad estatal copa los medios -periódicos, radio, TV, interactivos y bocinas-. Los pocos análisis periodísticos de coyuntura o de reportaje sobre la realidad nacional navegan en una narrativa periodística de enunciación descriptiva (no exenta de cuasi funcionarios o asesores “imparciales”), promoción política, de algún proyecto presidencial, disfrazada de “perspectiva” o “análisis político”; y aquellos temas de sus preferencias y látigos se golpean en olas difusas y suaves que, casi, peinan el diario discurrir de un país y de un vecino -Haití- al borde de un volcán que amenaza erupcionar; pero que, al mismo tiempo, delata: cortina de humos e indiferencia supina internacional. Haití, corrupción, impunidad, narcotráfico, “justicia independiente” y los papeles de Pandora, son noticias y amenazas, pero como que les falta el toque insistente e incisivo de aquellos periodistas-cronistas estelares de otros tiempos, de otros gobiernos -sobre todo, de factura peledeísta (¡Esos si eran malos!)-.

Si ellos -esos periodistas-cronistas- no estuvieran en modo avión, seguro, otro gallo cantaría. Me lo imagino activísimos y contrariando la posición-país sobre Haití, Venezuela y Nicaragua. Pero ahora, desde donde están -imagino-, escriben poesía, memorias y una que otra novela. Porque hay tiempo; además, el protocolo-evasión del oficio-decreto. ¡Nada nuevo!

Suerte que aún nos quedan algunos periodistas-cronistas de apego deontológico y otros embadurnadores que, aunque políticos y ciudadanos -como yo-, hacemos la tarea: unos, los primeros, desde su oficio de periodistas-cronistas (respetable); otros, desde una perspectiva más holística sin dejar de hacer critica o solo mirar la paja en el ojo ajeno obviando que se fue gobierno y que no hay -¡ni hubo!- un solo exento de luces y sombras.

Aunque no estoy ciego, pues miro entre la cortina de humo; tampoco puedo negar que el presidente Luis Abinader, al margen del juego político, ha sumado un valor agregado al ejercicio de gobernar: ha sido el único presidente, que tenga noción, que admite que se equivoca y da reversa. Otro -ya extinto-, agregó, “…el doblar en rojo…”

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