Cómo nos afecta el actual racismo y conservadurismo norteamericano

Por BERNARDO VEGA

En diferentes épocas el conservadurismo se ha expandido en Estados Unidos. A finales de los años treinta del siglo pasado un sacerdote católico inundó las ondas hertzianas con su mensaje ultraconservador. Durante el gobierno de Eisenhower el senador McCarthy provocó una histeria anticomunista que le costó la carrera a muchos. El ascenso de Donald Trump al poder dio inicio a otra ola conservadora.

El racismo contra los negros norteamericanos se originó con la llegada de los primeros esclavos y comenzó a declinar tan solo después de la guerra civil de 1861 dando lugar al movimiento de derechos civiles. En el siglo XIX los blancos de origen inglés atacaban físicamente a los de origen italiano e irlandés, así como a los judíos. Ahora se ha puesto en boga la teoría crítica de la raza. Y es que las estadísticas demuestran que dentro de pocos años los blancos (“caucásicos”) en ese país devendrán en una minoría y los afroamericanos, latinos y asiáticos serán mayoritarios. Eso se deberá tanto a una mayor tasa de natalidad de esos grupos con relación a los blancos y a que el grueso de la inmigración es de origen latino y asiático.

Los blancos temen que serán controlados por los grupos que ya no serían minorías y están viendo cómo actualmente el jefe del ejército, varios congresistas, jueces y comentaristas de televisión son afroamericanos. Cuando Barack Obama alcanzó la presidencia traumatizó a los blancos, pues significó un avance fuerte en el “predominio de las minorías”. Una muy probable victoria de Donald Trump dentro de dos años y un control republicano de ambas cámaras del Congreso a finales del actual, implicarían un retorno al aislamiento internacional y una reducción del prestigio internacional de Estados Unidos, a pesar de seguir contando con las fuerzas armadas más potentes del mundo, pero también implicaría un crecimiento del poder económico y tecnológico de China.

¿Qué efecto tendría sobre los dominicanos? Por un lado, reduciría las posibilidades de que los dominicanos migraran bajo un programa de reunificación familiar, el cual probablemente sería eliminado y que hoy es el más importante mecanismo de migración legal al norte. Por otro lado, significaría un aumento en la discriminación racial contra la diáspora dominicana, tal vez con la excepción de los habitantes de grandes ciudades del Este, como New York. Cuando los dominicanos llegaron a Estados Unidos se dieron cuenta que no eran “indios”, sino mulatos. Probablemente en política internacional movería a países caribeños, incluyendo el nuestro, hacia China.

Aunque recientes estudios científicos evidencian que en nuestro país las dos terceras partes somos mulatos, aún así en el pasado discriminábamos. Durante el gobierno de Lilís (“un afroamericano”), comerciantes de San Pedro de Macorís se dirigieron al Congreso Nacional criticando la llegada de buhoneros árabes, quienes “han abarcado todo el negocio y nos han ido arrollando hasta convertirse nuestro comercio en un cementerio desolado y triste… dados sus ínfimos gastos, pues es altamente conocida su manera de vivir, omitiendo todo gasto que no sea el estrictamente necesario a la inmunda y mísera subsistencia a que se someten, es imposible luchar con ellos…  Creemos que los árabes no han hecho jamás la felicidad de ningún país”. Ciento veinticuatro años después de ese pronunciamiento el pueblo dominicano escogió libremente a un brillante descendiente de sirio libaneses, Luis Abinader, como su presidente

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