Demolición en la Casa Blanca

Por Jess Bidgood

The New York Times

Escribo el boletín On Politics.

Washington ha experimentado un tiempo ventoso, luminoso y otoñal esta semana, el telón de fondo perfecto para dar un paseo hasta la Casa Blanca y contemplar la rápida demolición del ala este por parte del presidente Donald Trump.

Podía ver los brazos de dos excavadoras, demasiado altas para quedar ocultas por la valla blanca y ancha que rodeaba la obra recién terminada. Detrás de ellos, una nube de polvo oscurecía el aire despejado.

Trump prometió, no hace mucho tiempo, que su plan de construir una ampliación con un costo de 300 millones de dólares y de 8300 metros cuadrados del salón de baile de la Casa Blanca “no interferirá con el edificio actual”. Pero, de hecho, toda esa ala será arrasada.

Las imágenes de la demolición han dado la vuelta al mundo y han servido como una prueba Rorschach perfecta para una presidencia profundamente polarizadora.

Construcción contra destrucción

“Esta es la presidencia de Trump en una sola foto”, escribió la senadora demócrata por Massachusetts Elizabeth Warren en X. “Ilegal, destructiva y que no te ayuda”.

El proyecto ha alarmado profundamente a historiadores y arquitectos. El National Trust for Historic Preservation instó a los funcionarios a que detuvieran la demolición hasta que pudiera pasar por el “proceso de revisión pública legalmente requerido”.

Los aliados de Trump insisten en que la renovación muestra a un presidente que agita Washington, tal como prometió. Funcionarios gubernamentales calificaron el revuelo de “indignación fabricada”.

“Es el constructor jefe”, dijo la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, en Fox News el martes. “En gran parte, fue reelegido para esta Casa del Pueblo porque se le da bien construir cosas”.

Trump, siempre tan constructor, ha pasado mucho tiempo construyendo cosas en la Casa Blanca. Pavimentó el césped de la Rosaleda para crear un patio. Ha añadido filigranas de oro al Despacho Oval y lámparas de araña ornamentadas a la Sala del Gabinete, rehaciendo la Casa Blanca con una huella indeleble del maximalismo de Mar-a-Lago.

El martes, John Thune, líder de la mayoría republicana en el Senado, le dijo a Trump: “Gracias por recibirnos en tu casa”. Además, le agradeció “todo lo que estás haciendo para que este sea un lugar tan hermoso”.

Podría decirse que a Trump también se le da muy bien derribar cosas, como alianzas duraderas —algo que el secretario general de la OTAN trató de reforzar el miércoles en Washington— o los contrapesos destinados a contener sus impulsos cuando busca vengarse de sus enemigos.

“Parece estar trastocando todas las normas asociadas a la presidencia”, observó Matt Smith, un turista de Lexington, Carolina del Norte, tras llegar a la Casa Blanca en una escúter Lime. Smith, un votante independiente que no apoyó a Trump, esperaba pasar su viaje a Washington visitando los museos de arte del Smithsonian, pero como esos museos están cerrados por el cierre del gobierno, se conformó con este espectáculo en particular.

“Esto es lo que nos está haciendo físicamente”, dijo Smith, “solo para demostrar que puede”.

¿Quién lo pagará?

Los funcionarios de la Casa Blanca han dicho en repetidas ocasiones que el salón de baile se pagará de forma privada; la semana pasada, Trump organizó una cena privada para donantes, quienes podrían ver que su donación al proyecto es una forma de ganarse el favor del presidente.

Pero esta semana, Trump sugirió que podría utilizar fondos de los contribuyentes, procedentes de un acuerdo con su propio gobierno, para pagar la demolición y la construcción.

Trump exige al Departamento de Justicia el pago de 230 millones de dólares para compensarle por las investigaciones federales en su contra, una situación sin parangón en la historia de Estados Unidos. Los funcionarios que revisan las reclamaciones de Trump son sus propios aliados y personas nombradas por él.

“Si recibo dinero de nuestro país, haré algo bueno con él, como donarlo a la beneficencia o dárselo a la Casa Blanca mientras restauramos la Casa Blanca”, dijo Trump. “Estamos haciendo un gran trabajo con la Casa Blanca. Como saben, el salón de baile está en obras”.

The New York Times

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