Dominicana-Rusia: ¿coherencia o conveniencia?

Por Manuel Jiménez V.

 El 22 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania, y el mundo respondió con una sola voz condenando el ataque. Estados Unidos y gran parte de Europa lideraron un bloque de sanciones que buscaba aislar al gobierno de Vladimir Putin y detener lo que en realidad fue una invasión militar a un país soberano, disfrazada de “operación especial”.

Entre esas medidas hubo bloqueos económicos, suspensión de vuelos a Moscú y restricciones financieras. La República Dominicana también se sumó a esa ola de condenas. El presidente Luis Abinader expresó entonces que el país estaba “estremecido” por esa agresión, y la calificó como una violación a las normas básicas de convivencia pacífica entre las naciones.

Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, casi un millón de soldados rusos han muerto o han resultado heridos en el transcurso de la guerra, mientras que Ucrania ha sufrido más de 400,000 bajas, incluyendo más de 13,000 civiles, entre ellos unos 700 niños. La guerra ha desplazado a millones de personas y devastado ciudades enteras.

Pero a pesar del sufrimiento humano, los intentos por lograr un alto al fuego han fracasado. Las propuestas de paz, impulsadas principalmente por Estados Unidos y Europa, han sido rechazadas o incumplidas por el Kremlin. Y aunque en 2025 hubo algunos movimientos diplomáticos —como negociaciones en Turquía—, no se ha conseguido un acuerdo real que detenga la violencia.

Lo preocupante ahora es que, mientras la guerra sigue, muchos países que al principio levantaron la voz, hoy están bajando el tono. República Dominicana parece estar entre ellos. La visita del canciller ruso Serguéi Lavrov en abril de este año, tratada con extrema discreción, fue un primer indicio de que algo estaba cambiando.

A diferencia de otras visitas diplomáticas, esta no fue acompañada de la habitual cobertura oficial ni del protocolo acostumbrado. Aún así, Lavrov se reunió con el canciller Roberto Álvarez y con el presidente Abinader.

Más recientemente, el embajador ruso en Santo Domingo, Alexey Victorovich Seredin, anunció que una delegación del gobierno dominicano había viajado a Moscú para negociar el restablecimiento de los vuelos directos entre ambos países, interrumpidos desde 2022. El motivo: el atractivo del mercado turístico ruso.

Y también recientemente, como parte de la conmemoración de los 80 años de relaciones diplomáticas entre ambos países, el Instituto Postal Dominicano (INPOSDOM) lanzó una emisión postal conjunta con el correo ruso, presentándola como un gesto de fortalecimiento de la amistad histórica y cultural.

Este conjunto de hechos plantea una interrogante inevitable: ¿puede un país mantener una condena firme contra la agresión militar de Rusia y, al mismo tiempo, estrechar lazos diplomáticos y comerciales con ese mismo agresor? ¿Es coherente defender la soberanía de Ucrania mientras se negocian vuelos y se celebran aniversarios filatélicos con Moscú?

Nadie cuestiona que la República Dominicana tenga el derecho —y hasta la necesidad— de mantener relaciones internacionales con diversos países. El turismo, por ejemplo, es vital para la economía. Pero también lo es la coherencia en la política exterior, especialmente cuando se han asumido posturas firmes en defensa del derecho internacional.

No se trata de romper relaciones con Rusia ni de adoptar posiciones extremas, pero sí de actuar con responsabilidad y claridad. Si en 2022 el gobierno dominicano condenó con fuerza la invasión, hoy no puede actuar como si nada estuviera pasando. El conflicto sigue vivo, las víctimas se siguen acumulando, y la comunidad internacional sigue esperando señales de coherencia por parte de los países que dijeron “no” a la guerra.

El pragmatismo no puede justificarlo todo. Si la República Dominicana quiere seguir siendo vista como un país comprometido con los valores democráticos, con la paz y con el respeto al derecho internacional, debe mantener esa línea con acciones, no solo con palabras. Porque en tiempos de guerra, incluso los gestos más pequeños pueden enviar mensajes muy grandes.

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