El abusador, el violento, las damas

José Silié Ruiz

En razón de celebrarse el próximo martes 8 el Día Internacional de la Mujer, he decidido realizar este “conversatorio” con mis amables lectores, para recordar algo que muchos hombres olvidan, que a “las damas no se ofenden ni con los pétalos de una rosa”. Esta circunstancia viral del covid, con sus implicaciones emocionales, ha aumentado todas las manifestaciones de violencia, en las calles, en las familias, hasta los feminicidios, lo que nos motiva a reflexionar sobre la conducta de este personaje violento y hasta criminal, que goza con abusar de una mujer (caso Baní). Situaciones que en todas sus vertientes se han incrementado en estos largos meses de pandemia, por el lógico aumento del estrés y la ansiedad.

Estos abusadores tienen rasgos de personalidad que les son comunes, si partimos del hecho que el desarrollo de la personalidad es un problema básico en la psicología del aprendizaje. Sería muy simplista desde el punto de vista de solo considerar la personalidad secundaria a estímulos y respuestas, atribuyéndole un papel importante a las simples fuerzas fisiológicas del primario impulso y los asociamos entonces a procesos muy elementales del tejido nervioso, los de simple placer, compensación o supervivencia.

Creemos que cada individuo es un complejo ente en desarrollo, que progresa inexorablemente en diferenciación e integración, y donde el aprendizaje social se articula a lo genético en lo que será la personalidad de cada humano. Donde la conciencia de uno mismo, que se forma gradualmente durante los primeros cinco o seis años de la vida.

¿Qué importancia tiene lo aprendido en la evolución de la personalidad de cada uno de nosotros?

En la modernidad, son cada vez más importantes los aspectos genéticos, es entendible, que un niño que aprendió la violencia en su hogar, sufriendo el maltrato de padres y tutores, violaciones, con un trato despótico y descarnado, sin pizca de amor ni de ternura, no le podemos pedir que mañana tenga una relación social con normalidad. Este niño tal vez desde antes de nacer, léase que por legado biológico, haya recibido una herencia genéticamente «dañada», propiciadora de la violencia y conductas bizarras y no sea solo lo aprendido en la vida la razón de su conducta anormal.

Desde el University College de Londres, en el Laboratorio Wellcome de Neurología, institución donde asistíamos en el tiempo de nuestra formación neurológica en la universidad inglesa, los profesores Semir Zeky y John Romaya indican en una muy reciente publicación que el circuito cerebral del odio es totalmente diferente al de otras sensaciones como el miedo, la amenaza o el peligro, pero de manera sorpresiva tiene áreas que también participan en las vías del amor como: el putamen, la corteza insular y parte del área frontal, estas están envueltas también en las vías el odio.

Desde hace un tiempo sabemos que las áreas límbicas subcorticales y parte anterior del cuerpo calloso participan de manera preeminente en el llamado Trastorno de Personalidad Límite (TPL) que es una entidad psiquiátrica crónica, de delicado pronóstico. Se caracteriza por la presencia de disfunción interpersonal, insociabilidad, inestabilidad emocional e impulsividad.

También sabemos de las bases anatómicas que sustentan las conductas bizarras, involucran el circuito fronto-límbico. Serán esos personajes abusadores, violentos y criminales formas frustras de este grave síndrome psiquiátrico, o de otras alteraciones de personalidad, o serán únicamente distorsiones genéticas, o son la simple expresión de lo aprendido en sus vidas tempranas, eso todavía, no lo sabemos con certeza.

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