El antiguo placebo

Carmen Imbert Brugal

Ha vuelto la mano dura. Llega con halo de santidad, sin bulla. Ha vuelto la reivindicación del caqui y de los vilipendiados grises.

La “Estrategia Integral de Seguridad Ciudadana”, “el más ambicioso, grande y organizado plan que jamás haya tenido la nación dominicana” se ha convertido en patrulla mixta. “País Seguro” está aposentado detrás del fusil.

Está extraviado el proyecto de “Recompra de armas ilegales”, iniciativa contraria al ordenamiento jurídico vigente, aplaudida por los áulicos. La propuesta era “amnistía para homicidas, asesinos, autores de robo con violencia, traficantes, portadores de armas ilegales. Las sanciones establecidas en la ley sustituidas por un cupón. Los infractores eludirán el juicio y la condena, cuando entreguen la prueba del crimen y serán recompensados”- “Entrega de Armas y Candidez”-CIB -HOY 29.03.2021-.

El entusiasmo apañó la ilegalidad y el olvido enterró el error.

La algarabía continúa, obsecuente, celebrando el tránsito irregular desde el programa de gobierno con la propuesta de “La reforma policial integral” y el fortalecimiento del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, hasta el trabajo del “Grupo para la transformación y profesionalización de la Policía Nacional”. No importa que en el camino se pierdan recursos y se esfumen los intentos.

Invocar “la mano dura” era cosa del pasado siniestro, algo que el cambio jamás permitiría. Y como no lo permitiría, cuando se produjo la exaltación de la macana, desde la cercanía presidencial, hubo un inmediato mentís y la adecuación de la expresión para satisfacer a tirios y troyanos.

La referencia al mandoble, a esa idea de seguridad cuando hay violencia desde el poder, fue hecha para celebrar la designación del actual director general de la Policía Nacional.

El nombramiento aquietó a muchos y también sorprendió a los cívicos involucrados en la creación de un nuevo cuerpo policial.

La celebración de la macana coincidía con la feroz campaña de descrédito contra los miembros de la PN. Organización demeritada cada minuto por los encargados de transformarla sin conocerla. Campaña que provoca el irrespeto colectivo a esa institución y la sublevación consentida.

“La mano dura ha sido la excusa de la impotencia y la irresponsabilidad. Sustituye la acción pública. Es el autoritarismo redivivo, convertido en cruzada contra el crimen, atribuido sólo a la marginalidad contumaz infractora sin redención posible”- CIB Gaceta Judicial 2005-.

De repente, las premisas para la intelección se transforman. Es el mundo bizarro que exige un ejercicio continuo, a veces extenuante, para interpretar señales y comprender contradicciones.

Ahora la administración resucita discursos autoritarios y deshace sus estrategias de seguridad.

Las hordas mediáticas, con respaldo oficial, bendicen la persecución, con derecho a matar, para “controlar” el crimen. Apoyan abusos y excesos, con el objetivo de apaciguar quejas y temores.

Quizás la mano dura del cambio tiene una connotación diferente. Por eso ha enmudecido la vocería que denunciaba las ejecuciones extrajudiciales. No se escucha el reclamo de aquellos portaestandartes de los derechos de la marginalidad, defensores de cada pobre abatido por el disparo del sistema. Los decretos y favores apagaron sus voces. Corresponde encubrir la desmesura, justificar errores y aceptar el placebo como remedio.

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