El Profesor

 Pablo McKinney

Primero lo supimos por Nietzsche y un siglo después nos lo explicó Viktor Frankl: quien tiene un porqué ser feliz, tarde o temprano encontrará el cómo ejercer esa felicidad… y dónde.

Una gran pasión salva porque es un motivo para vivir. La del Profesor era la educación, el deporte, la música o el amor sin tregua a su “Yoly”, a quien a los noventa años todavía dedicaba poemas “a su cabellera blanca, su diosa coronada”.

Porque halló esos cuatro propósitos en su vida, el Profesor fue un hombre realizado y feliz, sobre todo porque nunca se detuvo a preguntarse si lo era, ni falta le hacía. Su felicidad estaba en servir a los demás y punto.

En todo esto pensaba uno, mientras en nombre de la familia agradecía en el acto de inauguración, la designación del Liceo Experimental de la UASD en Baní con el nombre del Prof. Carlos McKinney, mi viejo. Una propuesta de los hermanos Fulcar, con el visto bueno, apoyo y aplauso del Presidente Abinader, y la aceptación unánime de la UASD.

Nacido en Puerto Plata, llegó a Baní en 1946 y en 1949 fue nombrado maestro de la escuela Canadá. En 1959 pasó a dirigir la recién creada Escuela del sector Norte, posteriormente Máximo Gómez, a la que junto a su equipo y los padres de los alumnos convirtió en la de mayor disciplina, aplicación y dedicado amor patrio, a pesar de estar ubicada en la zona más materialmente pobre del pueblo.

Solidario y feliz como un cura de barrio, auténtico y espontáneo como un poeta sin remordimientos, desde “su” escuela promovió valores y divulgó saberes. Psicólogo escolar por intuición, infundió entre sus alumnos el respeto a padres, símbolos patrios, héroes. A cada alumno lo consideraba su hijo, por eso todavía a uno le aparecen nuevos hermanos.

En el deporte fue uno de los mejores lanzadores de su época, y el más exitoso dirigente del beisbol amateur regional de todos los tiempos, ganador de once campeonatos regionales y unos juegos nacionales. Subdirector y clarinetista solista de la Banda Municipal de Música. Asesor técnico del Instituto Politécnico Máximo Gómez.

Tenía un porqué, encontró el cómo, su amada Baní le regaló el dónde.

Ante su obra de amor, entrega con pasión e incontenible vocación de servicio, sus descendientes, orgullosos, sólo pretendemos llevar con honor el homenaje de su nombre y la inconmensurable herencia de su ejemplo.

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