Federación campesinos de Bonao

(I)

Chiqui Vicioso

El martes 5 de abril se cumplieron tres décadas de la incorporación legal de la Federación de Campesinos hacia el Progreso, de Bonao, fundada en 1987.

Subiendo hacia Río Blanco, por una carretera que bordea las altísimas montañas y muy abajo el río Yuna, y a los lados helechos gigantescos que cuelgan, y múltiples saltos de agua, como en la Amazonia, se encuentra el centro de ecoturismo donde opera la Federación y allá se congregaron los campesinos de La Cienaguita, El Cruce, El Rodeo, El Candongo, Piedra de los Veganos, Colorado, Los Novillos, El Capa, La Ceiba, El Botao, Los Silencios, Pozo Blanco, Bejuco Aplatao y Blanco, entre otras comunidades.

Son 600 familias campesinas que se reunirán para celebrar su sobrevivencia con un perico ripiao, puerco asado y yuca, y el mejor moro del país. Son 600 familias que se han mantenido en la loma bajo la consigna de «Luchamos para vivir mejor» y «Los campesinos son los mejores amigos de la naturaleza». Son 600 familias que han aprendido lo que es el desarrollo integral, la comunidad sostenible, la reforestación y restauración económica, la economía familiar, el procesamiento del café y la fabrica de muebles de bambú.

En ese proceso no han estado solos ni solas. En el 1992 Esteban Polanco, presidente de la Federación, apeló a Aniana Vargas y Fidelio Despradel para que fueran a ayudar a la Federación en sus luchas contra el Decreto 199-92 que ordenaba el desalojo compulsivo de los campesinos de la zona que comprende el Alto Yuna, para la construcción de las presas Jigüey, Aguacate y el contraembalse de Valdesia. Sandino de Jesús, investido de general, se apersonó con sus tropas para desalojar a los campesinos a quienes consideraba «enemigos de la naturaleza», y la respuesta de los campesinos fue ¡nos quedamos para vivir mejor!

Una segunda amenaza fue el consorcio que construiría las tres presas, y que trajo campesinos de Cotuí y La Vega para no utilizar los del área, e impedir sus protestas contra los camiones que enfermaban a la población con el polvo que levantaban y habían matado ya a varios infantes en su acelerado tránsito por los entonces caminos de tierra.

La tercera era una mina canadiense, la Hispaniola Gold Mine, a la que el gobierno de Leonel Fernández otorgó permiso de explotación en la madre de todas las aguas, donde nacen todos los ríos de la región.

Enseguida, Aniana y Fidelio armaron un equipo compuesto por ambientalistas más destacados de la Academia de Ciencias: Luis Carvajal, Milton Martínez, Domingo Abreru, Eleuterio Martínez, Felicita Heredia, Tavaré Mundaray.

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