Firmeza, no espectáculo

 Juan Ariel Jiménez

Manejar las relaciones con la República de Haití es uno de los desafíos más grandes que tenemos los dominicanos, no solo porque compartimos isla con uno de los países más pobres del mundo, sino porque adicionalmente en Haití hay lo que en la literatura se denomina un Estado fallido.

El conflicto relacionado con las aguas del río Masacre es una muestra de lo complejo de nuestras relaciones bilaterales, pues miles de productores agrícolas en las provincias fronterizas dependen de dichas aguas. En este tema, como en muchos otros de relevancia nacional, el actual gobierno ha confundido firmeza con espectáculo. Espectáculo, por cierto, altamente costoso.

En primer lugar, es importante recordar que el Ministerio de Relaciones Exteriores dominicano había dado su opinión favorable a las obras que Haití estaba construyendo en el río Masacre, al punto que en una declaración conjunta de fecha 27 de mayo de 2021 expresaron, cito textualmente: “que la obra iniciada en el río Dajabón o Masacre para la captación de agua no consiste en un desvío del cauce del río”.

Resulta extraño que la Cancillería dominicana haya firmado una declaración tan optimista cuando varios organismos del gobierno dominicano le comunicaron por escrito el 21 de mayo de 2021 que, cito textualmente: “Esos canales derivarían agua del río Masacre, con una obra de toma pendiente de ser construida en la margen izquierda del río Masacre en territorio haitiano”.

Igualmente, en dicha comunicación los técnicos dominicanos advierten riesgos a la agricultura, los ecosistemas, y hasta citaron el colapso del puente de la Aduana Vieja. A pesar de todas estas advertencias, la diplomacia dominicana firmó un comunicado conjunto altamente positivo hacia la obra.

Luego de este beneplácito, los grupos haitianos continuaron con la construcción del canal, pero al parecer ningún organismo estatal se dio cuenta. No fue sino hasta mediados de septiembre de 2023 que el gobierno dominicano recapacitó, y realizó un despliegue de seguridad apoteósico hasta la frontera, incluyendo convoyes y helicópteros militares, para anunciar el cierre de la misma.

Pero proteger los recursos hídricos del país requiere firmeza, no espectáculo. Firmeza hubiese sido evitar que la Cancillería dominicana firmara en mayo de 2021 ese visto bueno. Firmeza hubiese sido mantener estricta vigilancia de lo ocurrido en el río Masacre y no esperar dos años y medio para reaccionar. Firmeza hubiese sido iniciar desde el mismo año 2021 la construcción de urgencia de la presa de Don Miguel en la cuenca alta del río.

El gobierno dominicano argumenta que tiene el problema resuelto, como si la seguridad hídrica de una zona del país pudiera estar garantizada por dos mangueras.

El gobierno dominicano argumenta que tiene el problema resuelto, como si la seguridad hídrica de una zona del país pudiera estar garantizada por dos mangueras.ARCHIVO/LD

Todas estas medidas hubiesen sido más efectivas, pero no hubiesen sido mediáticas. Hubiesen disminuido los riesgos de dejar las provincias fronterizas desprovistas del agua necesaria, pero no hubiesen generado likes en las redes. Y en un gobierno con tanta necesidad de aplauso, que las medidas den resultados no es condición ni necesaria ni suficiente para ser implementadas. Por el contrario, se anunció el cierre de la frontera tanto para mercancías como para personas, y el mismo presidente Abinader aseguró que la misma se mantendría cerrada hasta tanto haya un entendimiento de las autoridades dominicanas y haitianas. Al ser cuestionado sobre el efecto negativo en el comercio, el mandatario dijo, cito textual: “afecta el mercado sí, afecta el comercio, pero primero está la seguridad del país”.

Sin embargo, ni el despliegue militar ni el cierre de la frontera sirvieron para convencer a los grupos haitianos de parar la construcción del desvío del río. Por el contrario, continuaron a todo vapor, y a finales de marzo del presente año mostraron su obra concluida. Curiosamente, un Haití sin gobierno le tumbó el pulso al gobierno dominicano.

Por otro lado, el cierre de la frontera sí tuvo un costo económico, y como muestran los hechos, sin beneficio alguno. En cuanto al efecto económico, hasta enero de 2024 las exportaciones dominicanas hacia Haití han disminuido 108.6 millones de dólares, un equivalente a 6,407 millones de pesos. Es decir, los productores dominicanos perdieron 6,407 millones de pesos, pequeños productores del Cibao se fueron a la quiebra, porque el gobierno dominicano necesitaba “mostrar contundencia”.

En menos de mes y medio el gobierno dominicano volvió a recular, anunció la reapertura de la frontera, a pesar de no haber conseguido paralizar la construcción del desvío, contradiciendo así su palabra de “mantener cerrada hasta que haya un entendimiento entre las autoridades”. Pero ya el daño estaba hecho, pues es normal que las cadenas comerciales se reconfiguren cuando son interrumpidas por temas fronterizos.

El nulo efecto de dicha medida fue advertido desde un inicio por quienes señalamos que cierres fronterizos no funcionan cuando la fuente del problema son actores no estatales (gangas y grupos armados en el caso de Haití), en lugar de gobiernos. Este es un tema básico en relaciones internacionales, pero cuando se busca el aplauso cualquier razonamiento resulta inútil.

En la actualidad, con desvío del río ya concluido por parte de los haitianos, el gobierno dominicano quiere controlar el efecto mediático mostrando la toma de agua en el canal La Vigía, argumentando que tienen el problema resuelto, como si la seguridad hídrica de una zona del país pudiera estar garantizada por dos mangueras.

Mostar esto como “solución al problema” es faltarle a la verdad, pues en la misma carta del 21 de mayo de 2021 previamente citada, técnicos del gobierno afirman, cito textualmente: “En la obra de toma del canal La Aduana – la Vigía no hay una profundidad de agua suficiente para poder derivar agua del río”.

La obra que sí ayudaría a preservar las aguas fronterizas sería la Presa Don Miguel, obra que por cierto el gobierno anunció en septiembre de 2023 que iniciaría su licitación de inmediato, pero dicha obra no fue incluida ni en el presupuesto de 2024 ni en el Plan Nacional Plurianual de Inversión Pública 2023-2026. En conclusión, el fracaso en el manejo del desvío del río Masacre es otra muestra de que las políticas de Estado no compaginan con la lógica de campaña permanente donde se busca, a toda costa, una secuencia eterna de titulares.

Listín Diario

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