Solos o acompañados, y 3

Eduardo García Michel

Desde el punto de vista del interés nacional dominicano, con respecto a Haití existen varias prioridades, entre las cuales se encuentran: a) migración y nacionalidad; b) mercado laboral; c) comercio e inversiones; d) recursos naturales; y e) cooperación.

A Haití nos acerca la proximidad geográfica; el intercambio informal de bienes que data de cuando ambos éramos colonias, francesa una, española la otra; y la fuerte corriente migratoria ilegal de allá hacia acá, profundizada en los últimos decenios.

De Haití nos aleja la historia, la pavorosa crueldad de las invasiones haitianas, la insistencia en querer quedarse con territorio dominicano y en ocupar nuestro lar; también nos separa el idioma, la cultura, la educación, las condiciones sanitarias, el progresivo distanciamiento en el nivel de vida y bienestar que sume a una en la pobreza desnuda y a la otra la sitúa camino del progreso.

Tanto lo que nos acerca como lo que nos separa es mucho. Lo queramos o no, estamos conminados a entendernos, convivir, cooperar, estrechar lazos, mejorar la convivencia.

Un Haití próspero y con indicadores educativos y sanitarios elevados sería buena noticia para la República Dominicana. Uno en situación de miseria, descomposición social, operando en forma de Estado fallido, se constituye en problema para nuestra seguridad y existencia como nación.

El Pacto de Nación por la crisis de Haití firmado hace poco por el gobierno, grupos políticos y representantes de la sociedad civil, contiene valiosas sugerencias que deberían ponerse en práctica tan pronto las circunstancias lo permitan. Ojalá se contara con la participación de todos.

Desde el punto de vista del interés nacional dominicano, con respecto a Haití existen varias prioridades, entre las cuales se encuentran: a) migración y nacionalidad; b) mercado laboral; c) comercio e inversiones; d) recursos naturales; y e) cooperación.

La República Dominicana debe cuidarse de que la migración haitiana hacia nuestro suelo no termine creando enclaves poblacionales con derechos políticos que pongan en peligro la soberanía y nacionalidad. Ese es el mayor riesgo, cuya expresión jurídica para contenerlo queda simbolizada en la Constitución del 2010 y en la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.

En ese tenor, hay que adoptar medidas contundentes sobre el mercado laboral por cuya amplia tronera de complicidades y de incumplimiento de las normas se establecen en territorio dominicano cientos de miles de inmigrantes haitianos ilegales, quienes terminan desplazando a dominicanos de sus puestos de trabajo y, en último término, provocan su salida del país al no encontrar oportunidades satisfactorias, lo cual los lleva directamente a la pérdida de sus raíces y de su patria.

En cuanto al comercio mutuo la tendencia marcada por nuestra historia es que sea libre de burocracia y tributos, solo vigilado por cuestiones de seguridad y celo sanitario. Las recaudaciones de los estados cada día dependen menos del comercio exterior. Hacia ese objetivo convendría orientar las decisiones.

Con respecto a los recursos naturales es apropiado contribuir a que Haití recupere sus bosques y fuentes de agua, al tiempo que del lado dominicano se preserva y aumenta la cobertura boscosa, se represan las fuentes hídricas y se encarrilan hacia satisfacer las demandas de nuestras comunidades, cuyo subproducto, junto a la labor de reconstitución de la fuentes hídricas de Haití, iría a reconstituir las aguas del vecino país. Y a aprovechar las que sean proclives a la generación hidroeléctrica.

En el terreno de la cooperación el campo de actuación es amplio. El país podría ofrecer su apoyo en el diseño y construcción de hospitales y adiestramiento de personal sanitario, así como en escuelas, proyectos productivos agropecuarios, industriales, asociativos, infraestructuras, entre otros.

La condición fundamental debería ser no promover ni realizar inversiones en Haití ubicadas en lugares cercanos a la línea fronteriza para evitar que atraigan población haitiana hacia esos lugares, sino localizarlas hacia el oeste de la frontera, lo más alejado posible; eso sí, respetando y apoyando los acuerdos existentes y las inversiones ya realizadas.

En ese sentido, tomando como referencia la línea divisoria debería crearse por ley y por práctica un colchón territorial de seguridad hacia el este, hacia nuestro lado, en el que no puedan establecerse aglomeraciones urbanas, salvo las ya existentes, y crear en toda el área condiciones favorables para el emprendimiento de la población dominicana con objeto de que actúe como barrera humana de contención. Eso implica desarrollar una política activa que lleve trabajo y prosperidad a nuestros nacionales allí ubicados.

Con la mirada puesta en el muy largo plazo, en la medida en que el vecino país se recupere y eleve su nivel de vida sería deseable que ambos, Haití y la República Dominicana, llegaran a tener nexos fuertes que cubrieran aspectos económicos, políticos, institucionales y sociales, manteniendo cada cual su soberanía e identidad nacional.

Tomando como referencia la línea divisoria debería crearse por ley y por práctica un colchón territorial de seguridad hacia el este, hacia nuestro lado, en el que no puedan establecerse aglomeraciones urbanas, salvo las ya existentes, y crear en toda el área condiciones favorables para el emprendimiento de la población dominicana con objeto de que actúe como barrera humana de contención.

Diario Libre

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