La educación dominicana en el contexto de la nueva revolución industrial

Juan Temístocles Montás

Aunque ha sido un tema histórico presente en el debate intelectual, las consecuencias de las innovaciones tecnológicas sobre el empleo han cobrado fuerza en los últimos años, producto de la emergencia y desarrollo de la cuarta revolución industrial.

En el prólogo del informe sobre desarrollo mundial 2019 del Banco Mundial, que se publicó con el título “La Naturaleza Cambiante del Trabajo”, se expresa lo siguiente: “Sabemos que los robots están realizando miles de tareas rutinarias y eliminarán muchos empleos que requieren bajos niveles de cualificación en las economías avanzadas y en los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la tecnología está creando oportunidades, preparando el camino para empleos nuevos y modificados, aumentando la productividad y mejorando la prestación de servicios públicos. Cuando analizamos la magnitud del desafío de prepararnos para el futuro del trabajo, es importante entender que muchos niños que actualmente asisten a la escuela primaria, una vez que lleguen a la edad adulta, trabajarán en empleos que hoy ni siquiera existen”.

Un trabajo elaborado en 2016 por la Oficina Ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos bajo el titulo de Artificial Intelligence, Automation and the Economy, puso de manifiesto que cuanto menor salario se recibe por un empleo, mayor es la posibilidad de que ese empleo se automatice, riesgo que se hace más pequeño en la medida en que se reciba un salario más alto. Ese trabajo estableció que, además del trabajo peor pagado, los trabajadores menos calificados y educados estaban amenazados por la automatización.

En el caso de la región latinoamericana, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo de 2020, da cuenta de que en el caso de la República Dominicana 6 de cada 10 trabajadores se encuentran en ocupaciones con alto riesgo de automatización, destacándose los sectores en donde se ubican las personas con mas bajo nivel académico, entre ellos comercio, transporte y comunicaciones, hoteles y restaurantes, servicios domésticos y construcción.

De lo anterior se desprende lo siguiente: si la Republica Dominicana quiere apostar a una inserción positiva y productiva en la nueva revolución industrial en curso, con efectos positivos en el mercado de trabajo, tiene que dedicar grandes esfuerzos a resolver los graves problemas de la educación dominicana. No se trata solo de aumentar los años de escolaridad de la población dominicana sino también apostar seriamente a elevar la calidad de la educación. Y en ese sentido hay motivos para preocuparnos. El hecho de que de 11,000 postulantes a ocupar plazas de maestros, solo 528 lograron superar las prueba, representa una alármate manifestación de la gravedad del sistema educativo dominicano.

Pero la gravedad del sistema educativo dominicano no se reduce solo a lo expresado anteriormente. En semanas recientes se dio a conocer el dato de que un alarmante número de escolares dominicanos “leen” pero están imposibilitados de la comprensión de los contenidos establecidos en el material puesto a su “conocimientos”. Ampliamente conocidos son los pobres resultados de nuestros estudiantes en las pruebas de la UNESCO y PISA. En cada caso, siempre quedamos como los peores en educación.

Lo señalado nos obliga a un abordaje serio del problema educativo. No hacerlo conllevaría no solo colocar el futuro del país en manos de analfabetos funcionales, sin ninguna posibilidad de aprovechar los frutos de la nueva revolución industrial, sino también apostar a un mercado laboral dominado por la informalidad. 

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