La incapacidad moral del sistema político en Perú

Por JULIO ORTEGA TOUS 

El Congreso de Perú destituyó al presidente Pedro Castillo bajo cargo de “incapacidad moral”. Esta acción se planteó antes del discurso del presidente peruano, el pasado miércoles 7 de diciembre en el decidió la disolución del Congreso. Era el tercer intento de destitución del presidente en menos de año. ¿Qué es la incapacidad moral de un mandatario? En la constitución promulgada por Alberto Fujimori en 1993, que es la vigente, se incluye esa causal como motivo para “vacar” o dejar vacante la jefatura del Estado peruano. Además de lo indefinido del concepto, el articulo 113 de dicha constitución no entra en detalles sobre lo qué es incapacidad moral. Es decir, incapacidad moral puede ser cualquier cosa que obtenga los 87 votos mínimos previsto en el procedimiento de los 130 diputados del Congreso.

Los politólogos estudiosos del Perú indican que el concepto viene de la constitución de ese país de 1839. Esa fue la quinta constitución de Perú y la primera claramente conservadora a diferencia de las anteriores de 1823, 1828 y 1834 de corte liberal. Fue una constitución de carácter autoritario propuesta por el mariscal Agustín Gamarra. Centralista y conservadora. Pero la “incapacidad moral” a diferencia de la otra causal menos vaga –incapacidad física- puede caber en cualquier criterio sin fundamento. Incapacidad física puede ser una condición medica permanente o un accidente físico comprobable certificado medicamente.

Desde entonces, pero particularmente desde el autogolpe de Estado de Alberto Fujimori, apoyado por la Fuerzas Armadas, en 1992, se instituye un régimen dictatorial y de fuerza, apoyado posteriormente en esa constitución promulgada por el régimen terrorista y de facto en 1993. La realidad es que el sistema político peruano en su conjunto es el sufre de un profunda incapacidad moral para reconocer y canalizar la realidad social, económica y política de Perú. Es una sociedad heredera del Virreinato colonial de 300 años con una estructura de clases muy segmentada, racista y un practico apartheid. La mayoría de nativos peruanos (“indígenas”), quechuas y aimaras, y sus sucedáneos mestizos llamados los “cholos” ante una minoría blanca, de origen español y europea instalada en Lima y de espaldas a la sierra andina y la mayoría campesina y discriminada.

Otro caso de esa incapacidad se refleja en la historia de Víctor Raúl Haya de la Torre y su partido indigenista la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Haya de la Torre inició una ideología nacionalista latinoamericana, antiimperialista y de reivindicación de los pueblos originarios de América. Perú fue el último país de Suramérica en independizarse, y fue necesario que el Libertador venezolano Simón Bolívar y el prócer argentino José de San Martín se unieran para lograr expulsar definitivamente al imperio español de Suramérica. La alta sociedad limeña nunca aceptó a esos indios, negros y mestizos que llegaron con los ejércitos libertadores. Y así se ha mantenido por 200 años, desde 1821, la escisión entre pueblo andino, afroperuanos y mestizos, de una parte, y la oligarquía de Lima de origen español colonial a la que se han unido otros europeos llegados en ese lapso de tiempo.

Un historiador peruano de la joven generación resume la esquizofrenia de la sociedad y el sistema político peruano con un termino inapelable: Desprecio. En un reciente articulo dice que “hacer política desde el desprecio trae consecuencias graves. Frivolidad, cinismo, el descaro de los grupos de interés, acostumbrados a operar con impunidad, ha terminando por hacer estallar –una vez más- a la gente de todo Perú…El desprecio es lo que me llama la atención. Porque es antiguo, pero siempre se actualiza. Este momento encuadra el desprecio como un nudo, un catalizador de emociones y de fuerzas. Un señor de Huancavelica señala “…Doscientos años no vienen haciendo lo mismo”. ¿Qué es “lo mismo”? En su mirada de la vida política, de la que él también forma parte, aunque a algunos nos sorprenda, es el remachar su inferioridad, vez tras vez. El excluirlo y justificar esa exclusión por su carácter de ser casi bárbaro. Una señora en Ayacucho dice  “Castillo será profesor rural, será ignorante, no hablará bien, pero es a quien votamos”.

¿Entonces de quién es la incapacidad moral? ¿De un presidente salido del Perú rural andino, maestro de escuela, sindicalista magisterial y “cholo” a más no poder? ¿O de un sistema incapaz de reformarse democráticamente, proclamar en alta voz un grito casi 250 años de Libertad, Igualdad y Fraternidad? El planteamiento del APRA original, que terminó siendo un partido de derechas con Alan García a su cabeza, era esa ruptura de un orden colonial no superado, y la instauración de una sociedad democrática basada en un revolución nacional. El mundo moderno ha superado ese planteamiento, aunque las tareas no concluidas de una revolución democrática y burguesa deben hoy integrarse en una estrategia más amplia de cambio y ruptura social. Es la afirmación del Presidente de Colombia, Gustavo Petro, que su meta no es una revolución socialista sino el desarrollo del capitalismo, entrabado en una sociedad oligárquica, dominada por una casta terrateniente que no cede a la realidad de la historia.

En Perú a la fecha que escribo estas breves palabras van 7 muertos “oficialmente”. Diez y ocho (18) de las veinte y cuatro (24) regiones de  Perú se reportan grandes movilizaciones. El Presidente Castillo ha sido encarcelado y la Procuraduría Fiscal ha pedido 18 meses de medida de coerción. ¿Hasta donde llegará la incapacidad moral del sistema político peruano?

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