La otra cara del 5G

Por: Mayra Guzmán De Los Santos

 Presidenta Fundadora del Instituto de Derechos Humanos y Capacitación Política, Inc. (IDEHCAP).

El muy publicitado 5G, se refiere a la “quinta generación de conectividad móvil”. Se escucha bonito, porque es la posibilidad, en esencia, de usuarios con manejo de alta velocidad en la trasferencia de datos (hasta 250 veces más que la actual red 4G), y aumento del número de dispositivos interconectados por metro cuadrado, mayor cantidad de data (Big Data), la disminución máxima de la latencia, cosas que hoy en día tardan segundos, minutos o incluso días en cargar o enviarse, se entregarán en milisegundos, y de dar paso al aumento del Internet de las cosas (IoT, The Internet of Everything) y de la inteligencia artificial («IA»), en cuanto a la capacidad de solucionar problemas y llevar a cabo tareas, igual como las haría el humano.

Entramos a una nueva era, lo implica una transformación digital de sociedad en sentido amplio, y sin vuelta atrás. Se dan los pasos hacia crear ciudades inteligentes, una red global de smart cities interconectadas con los servicios públicos, la organización en el tránsito, la industria, el comercio, todo fluye de manera digital, por el uso de las bandas de los 700 y 3,500 MHz, recientemente licitadas en el país. La situación mundial provocada por la pandemia, activó su avance.

Estamos en la era de las ciudades ubicuas, inteligentes, que se basan en sistemas RFID (identificación por radiofrecuencia), tarjetas inteligentes, sistemas de interacción y localización geográfica, computación sensorial y, obviamente, redes de comunicaciones sofisticadas que permitan que cualquier aparato se conecte a Internet y pueda ser utilizado en forma remota.

No obstante lo anterior, la red móvil 5G, tiene una cara oculta. Es ahí donde el tema se torna complejo, controvertido, y que a todas luces, se evita tratar, se evade, pues implica lucha de intereses entre naciones poderosas, que van en cascadas impactando otros escenarios o sectores de la economía mundial, y de un cambio de cultura. Pero como todo problema complejo, la solución requiere de acciones combinadas, específicamente de políticas regulatorias, educación, ciberseguridad, y tecnología de la mano con la protección medioambiental.

Esta nueva tecnología de la comunicación, al menos en cuanto a nosotros respecta, debe ser tratada con mayor profundidad, y menos emoción, con sobriedad. De introducción citamos el innegociable compromiso medioambiental que trae de contrapeso, una contaminación invisible, difícil de controlar.

Por otro lado, se nos está “vendiendo” que con este paso estaríamos saliendo del subdesarrollo, y no es así, pues quedarían flotando muchas aristas que deben ser consideradas para el alcance de un progreso integral, de una República Digital”.  Citamos a modo de ejemplo, seis desafíos, a parte del principal, el medioambiental:

  • El tema educativo, en el cual el acceso debo ser inclusivo, en el sentido que se conecte a los nativos digitales concomitantemente con los inmigrantes digitales, muchos de los cuales actualmente son tristemente analfabetos, y otros que son alfabetos pero están en modo -análogo-, y otros tienen discapacidades visuales, auditivas o locomotoras, pero todos en definitiva necesitamos superar las distintas barreras que nos limitan, para no quedarnos ajenos o en un mundo que se nos torna violento.
  • Los riegos a privacidad de los datos personales y empresariales, que si bien existen actualmente, se podrían verse incrementados. Aumentarán los riesgos de sufrir ciberataques, y violaciones a la privacidad de nuestros datos. En resumen, la pérdida de control del usuario sobre sus datos.
  • La brecha digital, que limita el acceso a una alta proporción de nuestra población, más allá del uso de un equipo móvil, seamos más ambiciosos. Tenemos discriminadas muchas zonas, que de un punto geográfico y otro, dentro de nuestra media Isla, e incluso dentro de una misma provincia, no hay conectividad, y si la hay, no es eficiente.
  • La adicción. Ya se ha dado lugaral síndrome de dependencia del teléfono celular, una nueva especialidad de estudio de la ciencia de la conducta, y que con el 5G habrá de aumentar su afectación.

Para llegar al punto, se hace necesario hacer un repaso del proceso que hemos ido transitando. Les invito a que recordemos que una década atrás, se empezó a desarrollar una tecnología de convergencia, que vino a revolucionar la forma en que la sociedad producía, guardaba y utilizaba la información. La convergencia implica servicios, tecnologías e infraestructuras que permiten ofrecer cada vez más servicios múltiples, como voz/telefonía, Internet/datos y video/TV, que en resumen, nos presenta un conjunto de servicios que antes estuvieron separados, y que se lograron integrar, en principio, para facilitarnos la vida, y que ahora traspasan barreras y se conectan a las cosas, por el uso del espectro radioeléctrico.

El “5G”, vendría siendo el siguiente salto que hace que lo que fuera antes ficción ahora es lo real. Es el canal para Internet de las cosas, IoT, y la inteligencia artificial, donde pasamos de mover átomos a mover bits, a unir lo físico y lo digital. Términos como gigabyte (mil millones de bytes) o terabyte (un billón de bytes) se están quedando desactualizados y dan paso a los exabytes (un trillón de bytes) que pronto quedarán también atrasados, para entrar en los zettabyte y finalmente a los yottabyte. El mundo es un campo de información global y la cantidad de datos que circulan por las redes está creciendo exponencialmente, y tristemente parece importar poco el “cómo se logra”, o se consigue ésta “magia”, que nos está disminuyendo de paso, como daños colaterales, el uso de las neuronas y el enfriamiento de las relaciones interpersonales.

Este nuevo concepto, de Internet de las Cosas (IoT), tanto personas como objetos puedan conectarse a Internet en cualquier momento, en cualquier lugar y desde cualquier dispositivo. Los mundos se acercan, ya nada estaría ya lejos. Cada vez más objetos están siendo integrados con sensores, ganando capacidad de comunicación, y con ello, las barreras que separan el mundo real del virtual casi desaparecen. Hoy se utiliza para referirse a un mundo en el que todo –la casa, los electrodomésticos, el carro, el mobiliario urbano, las máquinas de las fábricas– estará conectado a internet. El objetivo es proporcionar información en tiempo real que permita tomar decisiones.

Pero todo lo anterior hoy no sería posible sin el descubrimiento del espectro radioeléctrico, bien de dominio público, escaso, sujeto a las normas y recomendaciones internacionales, principalmente de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Para mi, es el mayor logro por siempre para los grandes inventos y el mundo conectado que hoy podemos exhibir, ya sea por tierra, mar, aire o espacial. Vivo enamorada del espectro. La humanidad tiene una deuda de gratitud con el físico alemán Heinrich Rudolf Hertz, (1857-1894). Las ondas electromagnéticas a diferencia de las ondas mecánicas (ejemplo clásico, el sonido), no necesitan un medio material para propagarse, y tienen la misma velocidad de la luz, 300,000 km/s.

El Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL), dentro de las facultades que le confiere la Ley General de Telecomuncaciones No. 153-98, licitó en el año 2021 una porción de nuestro espectro, las bandas de los 700 y 3,500 MHz, para el despliegue de las infraestructuras de la siguiente generación, (5G), y en apego al Plan Nacional de Atribución de Frecuencias (PNAF), que es el instrumento normativo que establece los usos posibles para cada banda, predeterminada, bajo las directrices de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), y su Reglamento de Radiocomunicaciones, éste último, que dentro de sus objetivos, resaltamos el “facilitar el acceso equitativo y la utilización racional de los recursos naturales constituidos por el espectro de frecuencias y la órbita de los satélites geoestacionarios;”.

El Reglamento, sobre concesiones y licencias para prestar servicios de telecomunicaciones en el país, aprobado mediante la Resolución del Consejo Directivo núm.129-04, tomó en cuenta dentro de los requisitos adicionales, depositar una Declaración Jurada de que se cumpliría con “los requisitos medioambientales de las leyes de la República Dominicana”, requisito excluido del nuevo Reglamento, aprobado mediante la Resolución Núm. 036-19, quedando a la discrecionalidad del órgano regulador, el que pudiera ser o no  requerido, y solo aplicable para las solicitudes de transferencia de las concesiones, lo que nos parece un retroceso. Si bien es cierto, una Declaración Jurada sería lo mínimo, pero nada, es peor, con el agravante de que manda un mensaje de indiferencia al sector regulado frente al compromiso universal de protección medioambiental.

El país necesita que junto con la concesión otorgada para el despliegue de la red de 5G se presente un plan viable, con un seguimiento comprometido, a fin de paliar los daños que las emisiones no-ionizantes pudieran causar al planeta. La Resolución del Consejo Directivo del INDOTEL No. 119-08, que aprueba el “Reglamento para el cumplimiento de límites de exposición de las personas a las emisiones electromagnéticas no-ionizantes generadas por uso del espectro radioeléctrico”, fundamentada en la Recomendación UIT K.52, de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT), relativa al cumplimiento de los límites de exposición de las personas a los campos electromagnéticos, producidos por equipos de telecomunicaciones en la gama de frecuencias de 9KHz a 300GHz, deberá ser actualizada a la nueva generación asumida, a la que presiona la nueva tecnología 5G, que por ejemplo, en su implantación de la telefonía móvil dará lugar a nuevos escenarios de exposición de la población a campos electromagnéticos de radiofrecuencia que se emitirán en las bandas radioeléctricas de los 700 y 3,500 MHz, las cuales son muy diferentes, más nocivas, a las que se utilizan actualmente para la telefonía móvil de 4G.

En unos de sus considerandos la citada Resolución núm. 119-08, “del 2008”, establece que “en virtud del desarrollo de nuevas tecnologías inalámbricas en el sector de las telecomunicaciones, se ha verificado un incremento significativo en la demanda de antenas, especialmente en los lugares más densamente poblados del país”… “es preciso fijar estándares para asegurar la conformidad de las emisiones, mediante lineamientos que permitan la adopción de Límites Máximos de Exposición de las personas a los Campos Electromagnéticos No-ionizantes, de forma tal que se proteja debidamente la salud de las  mismas; tanto de los operarios de las estaciones radioeléctricas como del público en general”.

A consecuencia del 5G, las Concesionarias para la prestación de servicios de telecomunicaciones, en adición a las infraestructuras ya existentes, como son por ejemplo las antenas, van a requerir un despliegue mucho más amplio de las mismas a nivel nacional, y mayor en las áreas rurales, y deberá exigírseles en consecuencia el uso de antenas en común, o compartidas, a fin de minimizar sus efectos contaminantes. También se precisará de más antenas repetidoras, las cuales consumen mucha más energía que la infraestructura por cable, lo que exigir antenas compartidas además le representará un ahorro en la inversión, esto por un lado, y por el otro, se ameritará un constante monitoreo de sus técnicos, y la debida inspección por parte del órgano regulador, para que se mantengan en los límites de exposición de las personas a los campos electromagnéticos,  a fin de proteger la salud de las personas, de los animales y de la vegetación.

Esto es un compromiso que deberá hacerse público, hacerse sentir, y que los residentes deberán estar atentos, por el bien propio y el de los demás. Disfrutando el lado positivo de los nuevos avances tecnológicos, pero sin negociar, todos unidos, defendiendo el equilibrio, en pro de la salud planetaria.

Requerimos que a la par de la fiesta del 5G, tengamos la propuesta medioambiental definida, colgadas en las respectivas páginas webs, y que la misma de lugar a ser conocida y discutida por los actores que nos representan institucionalmente, y se conforme un observatorio de ciudadanos y defensores de la salud y el bienestar colectivo. Que los ojos del Defensor del Pueblo estén atentos, en seguimiento, porque esto es parte de su cartón.

Otro punto preocupante, en adición a lo todo lo anterior, y es que en ésta carrera de velocidad tecnológica, miles de millones de dispositivos conectados se convertirán en pocos años en un número equivalente de residuospoco reciclables, ya que rápidamente quedarán obsoletos debido a su incompatibilidad con la tecnología 5G, y por aquello de la obsolescencia planeada.  Esperemos que su última morada no sean ni los ríos ni los mares, para que el “mal” no llegue a complicarle aún más la existencia a las especies acuáticas o marinas, porque estamos “de cara al mar”.

Finalmente, ¿A qué aspiramos?

  • A que se nos respete el derecho a la información. Necesitamos conocer los proyectos medioambientales previamente diseñados antes de dar marcha al despliegue de la red 5G.
  • Nuestras palabras claves: Información. Prevención. Reparación.
  • Que las empresas concesionarias, prestadoras de servicios de telecomunicaciones en el país, unifiquen sus torres para sus respectivas antenas.
  • Que se retomen los centros de capacitación tecnológica para adultos, ampliando su cobertura para la inclusión de los que sufren alguna discapacitad.
  • Protección a la privacidad de datos y a sufrir ciberataques, se amerita un modelo homogéneo de privacidad que garantice la seguridad global de la red bajo los mismos estándares.
  • Protección para la salud mental frente a la pandemia de la adición que provocan estas modernas tecnologías.

Dios mediante, en la próxima entrega vamos a tratar el tema de “La otra cara del 5G en la órbita espacial”.

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