La pandemia de la paz

Por JUAN LLADO 

Esta temporada de relativa paz y sosiego se presta para reflexionar sobre, entre otras cosas, la guerra. La historia nos revela que entre individuos, clanes, tribus y naciones siempre ha existido esa desgracia. Si bien la victoria en las batallas ha forzado la subordinación de los vencidos, las fórmulas para mantener la paz siempre han sido vulnerables y transitorias. Pero con la creciente incursión de la especie humana en el espacio ha surgido una oportunidad de oro para hacerla permanente. Se impone pues encontrar una fórmula que responda a ese propósito civilizatorio.

A través del tiempo, muchas han sido las fórmulas y nulos los resultados. El filósofo ingles del siglo XVII Thomas Hobbes, por ejemplo, creyó que el estado natural del hombre es la guerra. “La sociedad es como un campo de fuerzas de individuos que se mueven por sus pasiones y sus necesidades.” Para él las tres principales causas de riña entre los hombres son: “Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria.”Pero Hobbes creyó que lograr la paz es posible con un Estado fuerte y autoritario (Leviatán) que obligue al cumplimiento del contrato social.“Para no caer en la anarquía y la guerra es imprescindible establecer una relación de soberanos y súbditos entre los hombres.” Lograr la paz mediante un Estado autoritario, sin embargo, no compagina con la democracia y, en consecuencia, debemos encontrar otro esquema que abarque lo autoritario y lo democrático. Esa no es tarea fácil.

Razones hay para dudar que la quimera de la paz mundial pueda materializarse. La creación de la Liga de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial buscaba imponer, por propuesta del presidente Wilson de EEUU, la “paz sin victoria” mediante la seguridad y el comercio. Los gobiernos fascista y nazi dieron al traste con una organización que se había quedado sin musculo de poder. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en el 1945 se retomó el ideal wilsoniano y se creó la Organización de Naciones Unidas (ONU). Lamentablemente esa altruista iniciativa no ha logrado el cometido. Y la guerra ha salpicado y salpica el planeta desde entonces.

Por suerte, el empeño por terminar con las guerras no ha cejado. Por ejemplo, para apagar la tea de la discordia entre las naciones europeas, las cuales tienen un largo historial belicoso entre ellas, se ha creado la Unión Europea. Después de los tratados que le dieron origen y con el fin de armonizar las relaciones entre las 27 naciones miembros, el Tratado de Maastrich de 1992 fue una etapa más avanzada de articulación política que busca “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”. Otras organizaciones de carácter político –tales como la OEA, la Union Africana, la Comunidad de Estados Independientes, la Liga Árabe, los G7, G20 y G24, ASEAN, etc.—no han avanzado hacia la meta de la unión política como lo ha logrado la Union Europea.

De cualquier modo, los bloques regionales y las decenas de organizaciones del Sistema de Naciones Unidas no han tenido gran éxito en lograr la integración entre las naciones y/o detener el flagelo de la guerra. (Las alianzas militares como la OTAN tampoco pueden ufanarse.) De ahí que se imponga perseguir otros esquemas en la actual coyuntura donde las grandes potencias están comenzando a explorar agresivamente el espacio con miras a colonizarlo. El hecho de que ese espacio todavía no le pertenece a nadie presenta una clara oportunidad para hacer que por lo menos las naciones más ricas confluyan en buscar una paz duradera en la Tierra, retomando el ideal de la “paz sin victoria”. Al imponer la paz en el espacio seria más fácil imponerla en nuestro planeta.

Aunque ya hace décadas que Rusia y EEUU se iniciaron en la exploración espacial, más recientemente se han agregado China, la India y hasta los Emiratos Árabes Unidos. El 2021 se tiene como un exitoso año espacial que comenzó con la llegada del rover Perseverance a Marte en febrero y cerro con el lanzamiento del super telescopio James Webb en diciembre. Para el 2022 las diez misiones espaciales más importantes han sido patrocinadas por EEUU, Europa, China, Rusia y otros paises. Este ano ha sido considerado “prolífico, con flamantes cohetes en desarrollo, asombrosos robots y observaciones únicas a planetas, estrellas y galaxias. La Luna ha vuelto a ser la gran protagonista.” Pero estas naciones no han confluido en un proyecto común de la humanidad para lograr una paz duradera.

Hasta fecha reciente los EEUU y Rusia cooperaban en la operación de la Estación Espacial Internacional, aportando cada uno sus propios astronautas. (Además de rusos y estadounidenses, hoy día hay una mujer de la NASA y un astronauta japones.) En julio del 2022, la agencia espacial rusa Roscomos y la Nasa firmaron un acuerdo de cooperación cuyo “objetivo es garantizar que, en caso de una situación de emergencia relacionada con la cancelación o un retraso significativo en el lanzamiento de una nave espacial rusa o estadounidense, se garantice la presencia a bordo de la ISS de al menos un cosmonauta de Roscosmos y un astronauta de la Nasa para servir a los segmentos ruso y estadounidense, respectivamente.” Pero a pesar de que ese acuerdo demuestra la posibilidad de cooperación entre los paises, la tendencia es que cada uno coja por su lado.

Ahora Rusia planea tener su propia estación espacial. Mientras, EEUU lidera un grupo de paises que incluyen a Australia, Canadá, Italia, Japón, Luxemburgo, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido, bajo el Tratado Artemisa, el cual busca con la cooperación entre los paises “fincar una presencia humana sostenible en la Luna y comenzar las pruebas para una posterior llegada a Marte. La Agencia Espacial Europea (AEE), por su lado, tiene sus propios planes de establecer una colonia humana en la Luna para el 2030. La AEE ya lanzó exitosamente, en conjunto con Roscosmos, un rover que deberá llegar a Marte en unos meses.

China, por su lado, en el 2019 alunizó un rover en la cara oculta de la Luna, algo que ningun pais había logrado. En ese año tambien llevaron un primer rover a Marte. Pero su máxima prioridad esta puesta en la finalización de la estación espacial Tiangong (Palacio Celestial), donde hoy vive y trabaja una tripulación de tres astronautas. China aún debe lanzar al espacio otros dos módulos de la estación, al tiempo que planifica nuevas misiones de carga y vuelos tripulados. Por otro lado, la Agencia India de Investigación Espacial ya ha enviado dos misiones a la Luna y una a Marte. Y  la Agencia Espacial de los Emiratos Árabes Unidos ya envió una misión a Marte que será seguida, a partir del 2028, de otra misión para “explorar el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, la fuente de la mayoría de los meteoritos que impactan la Tierra.”

Esta creciente exploración del espacio ha llevado a concebir “el derecho del espacio ultraterrestre”. “El desarrollo científico y tecnológico que ha hecho posible que la humanidad explore y utilice ese ámbito único ha motivado el despliegue de intereses económicos, políticos, geopolíticos y estratégicos de los Estados soberanos y en consecuencia su creciente intervención y la necesidad de su regulación, no teniendo más límite que la consideración de su intrínseca naturaleza universal.”  Este es un campo de análisis apasionante, pero de los menos estudiados. Algunos analistas señalan que no se sabe si estamos, o no, “ante tiempos decisivos del derecho internacional espacial de cara al dilema que plantean su estatalidad, monopolización o universalidad.”

A pesar de los antecedentes de cooperación espacial, las tendencias son de una creciente disgregación y rivalidad entre las naciones. Rusia, por ejemplo, ha dejado de vender sus motores de cohetes a la NASA como represalia por las sanciones por la guerra de Ucrania. Antes el presidente Trump había creado un quinto cuerpo militar llamado Fuerza Espacial de Estados Unidos. “Sus tropas no serán enviadas al espacio ultraterrestre, sino que se encargarán de vigilar los satélites de navegación y comunicación, que según Washington son vitales y podrían estar en riesgo de sabotaje por parte de Rusia o China.”

Mientras, la geopolítica actual indica que el mundo se dirige a una confrontación de dos sistemas ideológicos: la autocracia versus la democracia. En juego, por supuesto, esta la libertad y el estado de derecho de la humanidad. Si a eso se añade que algunos paises están tratando de desarrollar cohetes intercontinentales que viajen por el espacio y que otros están ideando armas para atacar a los enemigos desde el espacio, queda claro que si no se inventa una formula para prevenir las guerras, tanto terrestres como espaciales, la humanidad estará al borde del holocausto final.

La sugerencia que se desprende de este estado de cosas es que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, convoque una conferencia internacional para discutir diversas formulas en que se pueda proscribir el uso del espacio con fines bélicos. Sería un histórico llamado a que los seres humanos renuncien de una vez por todas a que su condición natural sea un permanente estado de guerra. La tarea de imponer la pandemia de la paz debe ser posible en tiempos de la IV Revolución Industrial.

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