¿La Policía mata o protege?
Tahira Vargas García
Cada mes encontramos entre 5-8 noticias con titulares que se repiten en diferentes medios de comunicación con la misma frase, “policía mata a presunto delincuente” algunas veces con la coletilla, “…. en intercambio de disparos”.
Desde hace más de 50 años estas noticias son recurrentes, independientemente del partido que gobierne, presidente de turno, jefe de la Policía de turno…. La Policía es muy coherente sosteniendo la misma lógica de funcionamiento, “matar a presuntos delincuentes” y justificarlo con supuestos “intercambios de disparos”.
Lógica normalizada, no se investiga a los agentes policiales por sus acciones. Cuando “matan” a alguien obstaculizan y debilitan el rol que debe jugar el sistema de Justicia en la investigación de los casos, ¿Complicidad con redes delictivas?
El impacto de esta conducta policial trasciende al sistema de Justicia con efectos negativos en población infantil, adolescente, joven y adulta.
Son recurrentes en distintas provincias del país las expresiones de fascinación por la Policía. Niños que quieren “ser policía para tener un arma y matar a quien se meta en el medio”.
El ejercicio de poder violento en los barrios convierte al policía en un ejemplo a seguir. Tener armas, contar con legitimación social y poder para eliminar físicamente cualquier persona considerada como “supuesto delincuente” (siempre serán supuestos porque se los mata y no se les investiga) sin consecuencias, provoca el deseo de adquirir armas para adquirir “respeto” y “poder”.
Estas representaciones sociales que provoca la Policía Nacional con su accionar resultan altamente preocupantes, sus actuaciones criminales no tienen consecuencias judiciales, solo se necesita ser policía para obtener permiso de matar”.
La construcción de la violencia social desde la normalización del crimen desde un organismo que se supone que debe “erradicarlo” y “controlarlo” incrementa el riesgo y la vulnerabilidad de la población civil a convertirse en víctima de un “intercambio de disparos”
Todos estos elementos contradicen por completo el verdadero rol que debería jugar la Policía Nacional. Se supone que es un organismo que debe velar por la seguridad ciudadana y la protección de la población, lo que no es posible desde el ejercicio continuo de violencia y su modelaje social.
Los procesos de reforma policial supuestamente desarrollados en distintas gestiones gubernamentales no han logrado cambios significativos en este comportamiento y funcionamiento de la Policía Nacional.
Cuando la Policía Nacional deje de atropellar, maltratar y acribillar a balazos a la gente justificándose desde los “intercambios de disparos” podremos afirmar que se está acercando a la reforma. No por censuras a las noticias (de modo que oculten sus acciones) sino porque efectivamente dejaron de violar los derechos de la ciudadanía.