La racionalidad del burócrata


Regina del Rio

La mayoría de las veces se tiende a culpar al funcionario público a título personal. Cuando se le tilda de vago, incompetente o arrimado a un cargo (por ser uno de los compañeritos del partido vencedor). Y se cree que por sus tantos defectos los servicios de las instituciones gubernamentales son ineficientes, y el dinero de los contribuyentes se desperdicia.

Pero el burócrata de bobo no tiene nada. Muy al contrario… es un ser sumamente racional, que se mueve según los incentivos de un sistema.

Y muy particularmente en nuestro país, el sistema se ha vuelto al revés. Contra toda lógica y sentido común elemental, en República Dominicana se castiga al que emprende libremente, arriesgando lo suyo, aprendiendo nuevas destrezas, y enfrentando todo tipo de retos comerciales y laborales… y se premia al que “se pega”.

Entonces lo inconcebible ha ocurrido: se desmotiva al que tira de la carreta. Porque se gana más en el Estado que en el sector privado, cuando es este último el que mantiene al primero.

El burócrata esto lo ve. Mucho más claro que muchos… esos que se la pasan creyendo que el mundo debe ser de tal o cual manera, esperando una utopía que nunca se alcanza.

Y decide, no en función de lo que “debería ser” o “fuese más justo”, sino de “lo que es” en la vida real.
Ese burócrata que logra pegarse… gana mucho más (haciendo mucho menos) que el que trabaja productivamente, agobiado con todo tipo de cargas fiscales y regulaciones. Y se beneficia en lo personal de este sistema absurdo para la sociedad en general.

Al final, nos da lecciones de astucia a los que ingenuamente aspiramos a “otra cosa”: cuando no se esfuerza en ser eficiente (porque qué más da si como quiera tiene su paga asegurada), cuando no mortifica a su jefe inmediato (otro burócrata) con quejas de usuarios o procedimientos defectuosos (le va mejor endulzándole los oídos), cuando ni se presenta a trabajar, o cuando realiza tareas improductivas que simplemente alimentan el ego del que los puso.

No es de extrañar entonces que cada vez más personas lo quieran imitar y concentren sus energías en el proselitismo político, dispuestos a lo que sea con tal de “llegar”. Ya entendieron que ese es el camino. Que solo así se puede prosperar. ¡Y bien rápido!

El Caribe

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