La tentación
Pablo McKinney
Desde aquel escándalo Odebrecht que impulsó la creación de la Marcha Verde en enero de 2017 y especialmente a partir de febrero de 2020, con aquella suspensión de las elecciones municipales como punto final y “novamás”, la sociedad dominicana reclamó en las calles el fin de la impunidad.
En la Marcha Verde “ni estaban todos los que eran ni eran todos los que estaban”. Aquello fue un cambalache de jóvenes indignados, ciudadanos responsables y de una oposición política que supo navegar en ese mar de indignación que, hecho relato, unido a la llamada telefónica de Pompeo, más el síndrome de Hybris/Ego/Hubris que dividió al PLD, sacó a ese partido del poder.
Como el París de Hemingway, el país de agosto de 2020 era una fiesta. El pueblo quiso lucha y la Marcha Verde, la “Embajada” y los egos peledeístas hicieron que luchara Jack Veneno.
De los compromisos/promesas de campaña que la indignación popular creó, llegarían las operaciones marinas contra la corrupción de parte de un Ministerio Público al que la presencia de Miriam Germán llenó de esperanzas. Pero la política nunca es inocente. El PRM había tenido tiempo de aprender las malas artes de la política en minúscula que el PLD le había enseñado durante sus gobiernos de Leonel o Danilo. Hagan memoria.
Uno saluda que las autoridades hayan dado este paso al frente contra la impunidad, pero advierte la necesidad de respetar el debido proceso y la presunción de inocencia, y no por los apresados, sino por la credibilidad de todo el sistema de Justicia que tocó fondo en los gobiernos del PLD, y a la contienda del entonces procurador Domínguez Brito frente a senador Bautista me remito. Sigan haciendo memoria.
En la Operación Calamar todos los apresados estaban a la espera de la citación donde podrían ser detenidos sin agravios innecesarios. Si hace un año que a usted lo investigan, ¿por qué el allanamiento con nocturnidad, gadejo y alevosía? Los excesos del otro no pueden justificar los tuyos.
El país necesita sentencias definitivas. Las condenas mediáticas no se ajustan al estado de derecho. Como lo ha advertido la propia procuradora general, el ministerio público debe resistirse a la tentación del espectáculo, a la erótica petición de amores de la (IN) justicia mediática, digo yo.
Si de condenarnos todos en los medios y las redes se trata, todos seremos culpables… y entonces entrará el mar.