Las “Flores de Fango” de cada cual

Pablo McKinney

El término le viene a uno por aquel libro de J. M. Vargas Vila de nuestra adolescencia. Pero fuera los vericuetos de la literatura, lo de “Flores de Fango” encaja también y perfectamente con la política y nos sirve para identificar la crisis de credibilidad, honestidad y respeto por los principios que corroe los valores de la política vernácula, sus actores y sus partidos.

Como bien decía mi maestro Francisco Umbral, “La política es turbia y heroica por tradición, pero es que no estamos ya en la política, sino en el gangsterismo virtual, el todos contra todos”. Se trata del “sálvese quien pueda”, elevado a la categoría de filosofía social.

La política nacional post Trujillo era la utopía encarnada, la abnegación, la entrega por lograr dar voz y pan a los que no lo tenían. Eran los tiempos en que se usaba todavía aquello de que: “dulce y decoroso es morir por la patria. Patria o muerte, patria libre o morir”, y en ese plan. Solo que, con los años vendría el ascenso de los buenos de nuestra película a las cumbres palaciegas (1978-1996), –éramos maniqueos por deformación filosófica y existencial–, y sin pensarlo llegó el momento de los hornos, la hora cero de la dignidad, la gran y soñada oportunidad de la historia para demostrar lo que generacionalmente y durante toda la vida se había defendido en el barrio, la UASD, el sindicato, las calles.

Pero he aquí que, después de 45 años de imperfecta y gris, papelera y un poco puta democracia, hermos terminado los dominicanos sentados en la trastienda de la historia, colmadón del olvido, reproduciendo modelos de impunidad y/o cinismo o justificando inconductas. No removimos los altares por miedo, pero igual nos quedemos sin santos.

Este es el tiempo del mal menor… de las flores de fango que van brotando desde los estercoleros partidarios de todos los colores.

Nuestra generación imaginó a los partidos políticos como entidades para desarrollar en ellos la vocación de servicio mediante la administración del Estado; ellos eran el vehículo para alcanzar el poder y reinvidicar la esperanza, para enseñar a pescar aunque nos exigieran un pecado, pero ya ven, nuestros partidos han devenido en poco más que CxA, sociedades nada anómimas de responsabilidad limitada, (muy limitada, casi inexistente).

Menos mal que aún nos quedan, aunque tristes, las flores de fango de cada cual.

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