Las mafias coronadas

Pablo McKinney

Somos el país de José Alfredo Jiménez, pero con letras de RochyRD. Como el patrono de todas cantinas mexicanas, a los dominicanos “nada nos han enseñado los años”. Como El Rey en sus amores impertinentes, disfrutamos el vicio de “llorar por los mismos dolores”.

Los dolores son las mafias coronadas e impunes de todos los colores y sectores y en todas las clases sociales, que tocan la migración, el periodismo, la salud, la construcción, la venta de nísperos podridos o de perros de “raza”, el planeamiento urbano en las alcaldías, el diablo y su hermano.

De nada han valido las súplicas ni las advertencias. Pienso ahora en la frustrada puesta en ejecución del nuevo modelo penitenciario, que la corrupción puso viejo antes de nacer. Una cárcel con ferretería en el patio y parábola en los techos es el ejemplo.

Satisfechas, las mafias -como la casa en los grandes casinos- ganan siempre.

Nuestra famélica y relativa paz social es el fruto del tácito acuerdo entre nuestras mafias coronadas con cuellos de todos los colores. Mafias de la migración, que solo deportan ciudadanos sin documentos cuando de tan pobres no disponen de dos, cinco o quince mil pesos para la patrulla en “la camiona”, el sargento del destacamento o el “Habitacional de Haina”, respectivamente. Ciudadanos que sólo son deportados para que vuelvan a pagar para entrar. Primero pagan para entrar y luego pagan para no salir. Es el infierno.

Nuestro país es una oda a la impunidad, salvo cuando la persecución del delito lleva consigo la ventaja de afectar al adversario político. “Un torturador no se redime suicidándose… pero algo es algo”, escribió Benedetti y citaría un fiscal amigo de cuyo nombre no debo acordarme.

Entre sus utilidades, las campañas electorales provocan que la oposición nos recuerde nuestras carencias y olvidos, que en el caso de los dos PLD son fundamentalmente los suyos, pues desde Baninter/Bancrédito/Mercantil hasta 2020, todo lo ocurrido en el país para bien o para mal, incluidas las técnicas de profesionalización de la corrupción o la cartelización de segmentos partidarios para asaltar al Estado, tiene que ver con sus administraciones. Hagan memoria o lean mi libro.

Somos una país bullanguero y bailapenas, atrapado en sus mafias impunes. País de sobrevivientes donde cada vez sale más caro ser honrado, y es mayor cada vez la tentación de participar en cualquiera de nuestras mafias coronadas.

¡Ya amanecerá algún día!

Listín Diario

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