Los platos rotos de los excesos
Un viejo proverbio chino dice: «Los pájaros se cazan por las patas y los hombres por las palabras». La sentencia les sienta perfectamente a esos funcionarios, muy comunes en la política vernácula, a quienes les resulta muy difícil meditar bien antes de hablar. Dejarse conducir por la emoción resulta en declaraciones que crean confusión y fomentan desconfianza en las intenciones de un gobierno.
Las consecuencias de esos excesos verbales son muy obvias, según ha quedado de manifiesto tantas veces.
En la era digital en que vivimos la más inocua declaración se conoce rápidamente en todo el mundo. Así, expresiones fuera de tono, predicciones pesimistas o veladas amenazas contra inversiones extranjeras repercuten de inmediato en los centros financieros y los mercados internacionales. Las extravagancias retóricas provocan titulares y despliegues noticiosos que sólo consiguen resaltar profundas contradicciones en el área gubernamental. Tenemos ya la experiencia de muchos ejemplos en distintas épocas y en diferentes administraciones. Ejemplos patéticos se dan a cada momento en el área de la electricidad, con anuncios que no se cumplen y veladas amenazas de revisión de contratos e intervención en empresas del sector, que en el fondo son sólo amenazas ajenas al sentir real de los gobiernos y que en nada ayudan a los esfuerzos para solucionar los problemas energéticos.
Ciertas declaraciones destruyen cualquier iniciativa dirigida a levantar los ánimos y crear confianza pública en la capacidad oficial para reducir o poner término a los apagones. Lo sensato sería que los funcionarios a cargo de áreas sensibles de la economía y de la esfera política moderen sus expresiones y siempre que fuera posible espacien sus exposiciones públicas, lo que, por desgracia, parece muy difícil.