No es la tarifa eléctrica; es la factura fraudulenta
Felipe Ciprián
El gobierno de Luis Abinader ha tenido que abortar tres intentos de aumentos de impuestos –llamados eufemísticamente reforma fiscal– porque las recaudaciones no compensarían el costo político a pagar aunque se lancen cada semana nuevos “programas” de ayuda social.
Estuve entre los primeros en advertir que hacer aprobar una “reforma fiscal” lanzaría a la población contra el gobierno en magnitudes muy difíciles de contener a ‘palo y bala’.
Hizo bien Abinader en detener esos propósitos de su gobierno, que sin duda hubiese aprobado en ‘bola de humo’ su Congreso Nacional, muy bien apalancado con ‘el barrilón’ y en el derroche de regalos de Navidad, Día de las Madres, ¿y ahora del padre?
Con esa misma lógica de no sobrecargar al pueblo, el gobierno ha subsidiado el costo de los combustibles para evitar que los crecientes aumentos en los mercados internacionales de carburantes se reflejaran en alzas del gas, gasolina y gasoil en elpaís.
Lo inexplicable, lo absurdo y lo brutal ha sido que echando atrás la reforma fiscal, subsidiando los combustibles, el gobierno entrara en la trampa de aumentar la tarifa de electricidad aunque lo establezca el pacto eléctrico, y que las empresas distribuidoras Edesur, Edenorte y Edeeste se dedicaran a facturar a su antojo en medio de cortes constantes del servicio.
Como diría un loco a otro: el gobierno subsidia la gasolina y no aumenta los impuestos porque el pueblo no puede pagarlos, pero aumenta la tarifa eléctrica y duplica y triplica la factura de todos los usuarios, al mismo pueblo, que en su lógica, puede pagar.
Vamos por parte
El Pacto Nacional para la Reforma del Sector Eléctrico, firmado el 25 de febrero de 2021, es la expresión de un colectivo gubernamental, político y empresarial (excluido el sector social), que busca mejorar la gerencia en esa área estratégica para el funcionamiento del país, pero no es una ley vinculante de cumplimiento obligatorio que haga inflexible su aplicación.
Así que en condiciones tan terribles como las que vive el pueblo dominicano por la multiplicidad de factores internos y externos, darle la categoría de “palabra de Dios” a los términos del pacto eléctrico, es una estupidez que ronda en la provocación.
La Ley de Hidrocarburos sí que es clara al disponer que los precios de los combustibles en el país se sujetan a los costos de adquisición en los mercados internacionales, por lo que cuando allá suben o bajan, aquí deben reflejar esas variaciones.
Con esa camisa de fuerza, el gobierno de Abinader ha mantenido un subsidio que supera ya los 15,000 millones de pesos.
En las actuales condiciones del país, la Superintendencia de Electricidad no debió disponer ningún aumento de tarifa porque el pueblo dominicano no lo soporta y por el contrario, ya es un motivo suficiente para explotar de indignación.
Ajustar no es estafar
Más aun, lo que han hecho Edesur, Edenorte y Edeeste es aprovechar los últimos dos aumentos que totalizan 18%, para en lugar de que las facturas registren ese nivel de aumento, duplicar y triplicar el monto total a pagar por igual o menor consumo mensual.
Si las Edes se sujetaran a reflejar en la factura el aumento dispuesto en la tarifa, tendríamos que una vivienda que en mayo pagó 1,500 pesos -que ya tenía el incremento de 9% en abril- en junio debió pagar el mismo monto o menos por los apagones, pero nunca más.
En los hechos lo que está sucediendo es que con el aumento de tarifa de abril, las facturas suben cada mes, no 135 pesos que sería el 9% en este ejemplo, sino varios cientos y varios miles, hasta duplicarse y triplicarse.
¿Desde cuándo una vivienda que pagaba 1,500 pesos en mayo tiene que pagar 3,200 en junio, amparándose en que ‘la tarifa subió 9% como dispone el pacto eléctrico’?
Llamemos las cosas por su nombre o quedémonos callados: Lo que están haciendo Edesur, Edenorte y Edeeste es una estafa vulgar a empresarios, profesionales y familias.
Ese es el centro del problema y si ese tipo de práctica no se elimina, el pacto eléctrico se transformará en el ‘Parto del fraude’ y la población no tiene forma de soportarlo.
La decisión de Abinader de parar los aumentos de tarifas -¿ven que se podía evitar ese acoso económico?- es correcta, pero se queda corta para detener el gran descontento social que ya va tomando forma de protesta.
Abinader debería increpar a los funcionarios del sector eléctrico para que entiendan que ellos no están ahí para ‘buscar dinero’ en un pueblo arrinconado por la inflación, sino para el trabajo honesto, para optimizar recursos, eficacia administrativa y frenar los abusos.
Clientes y enganchados
Sería injusto de mi parte atribuir a esta administración gubernamental la odiosa práctica de cobrar a los clientes que pagan, la energía que las Edes compran y regalan generosamente a quienes no son clientes y por tanto nunca pagan nada.
Pero lo que es enteramente cierto es que a las viejas prácticas de cobrar a quienes pagan regularmente y seguir regalando la energía a los que se enganchan, este gobierno no ha hecho nada para revertirlas.
Conozco barrios donde hay cientos y tal vez miles de casas de dominicanos y de haitianos donde los cables conducen electricidad al desperdicio, con una telaraña de instalaciones artesanales, y allí nadie paga un centavo. ¿Pueden decir Edesur, Edenorte y Edeeste que no conocen mejor que yo miles de barrios en todo el país que operan en esas condiciones y que cada mes nacen nuevos?
Ellos, que suelen ser cómplices de esas prácticas que provocan un despilfarro mayor al Estado, saben muy bien dónde están esos barrios, pero prefieren ir a cortar un servicio a un cliente Premium que no pagó en la fecha límite porque estaba interno con Covid y ahora que regresa a la casa tiene que pagar una reconexión para volver a disponer de energía y apagones.
Ese regalo de electricidad –llamado ‘pérdidas no técnicas’– representa un costo altísimo para el sector, pero ningún gobierno pasado ni presente quiere tocar a esa masa de votantes hambrientos que paga la gasolina cara, el teléfono carísimo con 30% de impuestos, los alquileres caros, la comida cara y de las medicinas ni se diga.
Y esa parte del pacto eléctrico no le interesa a las Edes porque políticos al fin, no quieren pagar el costo político de hacer las cosas como corresponde, sino como conviene para ganar elecciones.
Conclusión: Todo lo que sea aumento de servicios, por cualquier subterfugio leguleyo, hay que detenerlo porque el pueblo no lo soporta y si se impone, tanto el presidente Abinader como sus maestros políticos tienen que prepararse para ver que lo que antes los ayudó a llegar al poder, la protesta social pacífica, ahora se les viene encima a ellos.
Un consejo gratuito: Presidente Abinader, no crea en pamplinas bien pagadas. Si la realidad es que el pollo está caro, por repetir un millón de veces como propaganda que está barato, a nadie van a convencer porque cuando se va a comprarlo, la verdad aflora y golpea.
En guerra psicológica es elemental que sin hechos reales que mostrar, intentar ‘inculcarlos en la gente’ es un espejismo inútil. Y en eso estamos desbordados.