Periodista
Ruddy L. González
La independencia no existe. Todo ser humano es dependiente de algo, aunque sea de afectos.
Los que abrazamos la profesión de periodista, sin embargo, estamos obligados a ser, no independientes, pero si no objetivos, no imparciales, pero si veraces.
La política, la corrupción, la ambición de riquezas han maleado a muchos periodistas, más no creo que a la prensa como concepto, como profesión y oficio, sobre el ejercicio de la libertad de expresión.
‘Plata o plomo’, decían los narcos y son muchos los caídos a lo largo del ejercicio periodístico en el continente y en el mundo. México acusa en lo que va del año una decena de periodistas asesinados, principalmente por el narco. Más de una docena han caído por las bombas y balas de 40 días de la feroz invasión rusa sobre Ucrania. Otros muchos, sin embargo, en el mundo y en nuestro país doblan sus rodillas ante el dinero fácil, la prebenda política y/o empresarial, aunque también ante la amenaza, el miedo, el chantaje.
El periodismo ‘romántico’, como le llamo –ese de los años de post revuelta del ’65, con sus peligros callejeros y riesgos de participación política incluidos- ha sido de satisfacción para la generalidad de los ‘viejos’ –tengo 53 años de ejercicio continuo- y un ejemplo para los ‘nuevos’, acogotados por la incursión en este ejercicio noble, de una oleada de ‘comunicadores’, trepadores y la perversidad de desaprensivos ‘periodistas’ en las caudalosas redes sociales. Con todo y ello, el periodismo sigue siendo parte esencial de la vida en democracia, lo que celebramos en un país donde no hay una política de Estado contra la prensa.