Policía positiva

José Miguel Gómez

La marca país la han trabajado mucho. Pero también le han invertido millones para mercadear e impulsar sol, playa, merengue y alegría. Es decir, un país que lo tiene todo: trabajo, creatividad, emprendurismo, seguridad, oportunidades, estable políticamente y acogedor.


Dominicana es un paraíso del Caribe donde se puede visitar y recibes alegría, amabilidad, buenos tratos, empatía, afecto, sonrisa, disponibilidad, y facilidades para que te sientas un rey.
La identidad, estereotipos, roles y designaciones han marcado símbolos que, a decir del visitante, cualquiera desearía volver y hasta quedarse a vivir. Literalmente, un país envidiable y no lo dudo. Pero, el país digiere y socializa una crisis policial de décadas, que no sabe cómo relanzar, o buscarle una nueva identidad, nuevos roles, o un aprendizaje y nuevas prácticas que se corresponda en el siglo XXI.


La vieja policía con la que sobrevivimos desde la dictadura trujillista, la represión, el malabarismo y los grupos del sistema balaguerista, ha vivido en el péndulo de conservadores y liberales, entre élites y hacedores de reformas. Es una policía anclada, desigual, excluyente, usada y controlada por grupos externos e internos a decir del ministro de Interior y Policía.


Por otro lado, la dura realidad es que más del 70% de sus miembros viven en condiciones precarias; limitados de servicios básicos, con salarios de sobrevivencias, en desesperanza, frustraciones y remordimientos, debido a la falta de movilidad social decente y sostenible.


El comportamiento social de cualquier ser humano es una expresión psicosocial y socio-cultural aprendido e influenciado, desde los modelos de crianza, la educación formal y de las normativas sociales que refuerzan, castigan, o valoran niveles de consecuencias, sin importar el nivel social “caiga quien caiga” como dice el presidente Luis Abinader.


La nueva policía, hay que relanzarla, invertir mucho en ella, designarles nuevos roles, nuevo ambiente de trabajo, mística diferente, reforzadores diferentes desde lo conductual y lo emocional. Un nuevo perfil, una marca país del mejor policía del mundo: alegre, empático, solidario, justo, correcto, altruista, de buen desempeño, en capacidad para el manejo de conflicto, de adversidades y crisis.


Una nueva policía donde los mejores y correctos ciudadanos quieran y desean ingresar por su salario, incentivos, oportunidades, crecimiento, seguridad, respeto, vida digna, cumplimiento y deber con su sociedad.


Una nueva policía, con un nuevo sistema de creencia, de actitudes, de cultura de buenos tratos, tolerante e inteligente para saber identificar el peligro, discriminarlo y saber cuándo, cómo, dónde combatirlo al menor riesgo posible.


Esa nueva policía es posible, si el sistema político, empresarial, legislativo, judicial y grupos élites, deciden dejarla que aprenda nuevos hábitos, una misión y visión de hacer lo correcto, de pagar consecuencia, de exigir respeto, de inclusión social, de vivir y sentir la equidad, el desarrollo sostenible y las oportunidades que se les ofrecen a los demás ciudadanos.

La nueva policía puede ser realidad. Es más que un s.o.s, una respuesta mediática. Debe ser una nueva estrategia de cambiar una institución, su mentalidad, su espíritu, sus valores y hábitos, para construir, una marca país donde la seguridad es parte del todo que ofrecemos y garantizamos, para volver a vivir la tranquilidad, la paz, el bienestar y la felicidad de sentirse orgulloso de ser policía y de sentirnos seguros cuando los tenemos cerca.

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