¿Provocación detrás de una sotana?

Por Arthur González 

Los insultos histéricos y cargados de odio hechos en Miami por los asalariados del gobierno yanqui y la mafia terrorista anticubana contra el Papa Francisco, eran de esperar, debido a sus declaraciones a dos periodistas donde expresó que quería mucho al pueblo cubano, mantenía relaciones humanas con Raúl Castro y en estos momentos se realizaban diálogos de sondeo para acortar distancia entre Estados Unidos y Cuba, algo que el Vaticano hizo durante la administración de Barack Obama.

Al parecer y como parte de este diálogo discreto, el Cardenal estadounidense Sean Patrick O´Malley, volvió a visitar La Habana en días recientes, algo que había hecho en los primeros días de septiembre del 2021, cuando fue recibido por el presidente Miguel Díaz-Canel.

Sin embargo, llama la atención que, en medio de este esfuerzo del Vaticano por alcanzar un entendimiento entre Washington y La Habana y coincidiendo en cuenta la reacción virulenta en Miami, el 18 de julio 2022 monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba, en su homilía dominical pidiera a la Virgen de la Caridad del Cobre, mover el corazón del gobierno cubano para que libere a los manifestantes del 11 de julio, sancionados por los hechos vandálicos estimulados desde Estados Unidos para subvertir el orden interno.

¿A caso pretende el arzobispo cubano sabotear la acción diplomática del Vaticano con su homilía provocativa?

En sus palabras no hubo señalamientos contra los que atacaron con saña a los agentes del orden, hirieron a simpatizantes al gobierno y robaron de forma brutal los centros comerciales, hechos delictivos sancionables en todas las naciones y constitutivos de graves pecados, contemplados en los mandamientos de Dios.

Asumiendo una posición parcializada con los que delinquieron y en concordancia con aquellos que atacan a la Revolución, monseñor Dionisio García Ibáñez, expresó:

“Madre te suplicamos, que muevas los corazones de todos los cubanos y de todos los que tienen en sus manos modificar las situaciones, dar un paso adelante, para que se revisen de nuevo todas las penas, y para que puedan salir en libertad todos aquellos que quisieron expresar su opinión sobre la situación”…“Hay muchas madres sufriendo, la liberación de los presos políticos sería un paso de fraternidad, de entendimiento social, el que estas personas estén en sus hogares, y que nadie, también los que no fueron presos, paguen ninguna consecuencia posterior”.

O sea, que para quien debe condenar los pecados cometidos, convierte los hechos delictivos en acciones “políticas”, calificativo que los yanquis pretenden sembrar en sus campañas mediáticas contra Cuba.

Ninguno de los sancionados fue condenado por actos políticos, como quieren tergiversar los enemigos de Cuba, a lo que se suma el prelado. Los cubanos y cubanas quieren vivir en paz, sin guerra económica, comercial, financiera y biológica como mantiene el gobierno de Estados Unidos desde hace 63 años, responsable de las penurias que sufre el pueblo, realidad que la iglesia católica cubana no condena ni suplica a la Virgen para que mueva el corazón de aquellos que la mantienen.

Tampoco monseñor García pidió a la Patrona de Cuba, el levantamiento de las 243 sanciones impuestas por Donald Trump y mantenidas por Joe Biden, que impiden a Cuba adquirir productos de primera necesidad, imposibilitaron la compra de medicinas y equipos médicos en medio de la pandemia de la Covid-19, persiguen con maldad todas las transacciones financieras hacia y desde Cuba, la adquisición de petróleo, piezas de repuesto y tecnología necesaria para la producción de las vacunas contra esa enfermedad.

¿Por qué nunca la curia católica ha dicho una palabra contra la Ley Helms Burton o la Ley de Ajuste Cubano? ¿Se las habrá leído el arzobispo de Santiago de Cuba para saber los propósitos inhumanos que persiguen?

En Cuba hay muchas familias sufriendo y llorando a sus hijos muertos por los actos terroristas ejecutados por Estados Unidos y la CIA, entre ellos los 101 muertos en el sabotaje al buque francés La Coubre en 1960; los 214 asesinados por los bandidos del Escambray y Matanzas armados y financiados por la CIA, de esos 13 niños, 9 maestros voluntarios y alfabetizadores; los campesinos y milicianos durante la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos; los 158 cubanos, 101 eran niños, que murieron por el dengue hemorrágico introducido por agentes al servicio de la CIA; los  73 seres humanos que murieron en el avión de Cubana de Aviación, a causa de dos bombas colocadas por agentes de la CIA acogidos en Miami, y muchos más.

Hay mucha sangre derramada en Cuba por los crímenes yanquis, por eso el pueblo no puede permitir que actos violentos estimulados por el gobierno de Estados Unidos, afecte la paz y tranquilidad ciudadana establecida después de 1959.

La Revolución cubana, odiada por los yanquis, le dio al pueblo la posibilidad de estudiar gratuitamente, trabajar, salud y cultura a disposición de todos, algo que no tienen en otras naciones de Latinoamérica que se ven obligados a protestas y emigrar, pero a diferencia de los cubanos, carecen de nivel académico y de inmunización que poseen los de la Isla.  

En Cuba todos tiene el derecho de manifestarse y se comprueba en reuniones en los barrios, centros de estudio y de trabajo, en consultas populares ante los proyectos de leyes, e incluso en reuniones con el presidente, situación inédita para otros países, incluido Estados Unidos, donde hoy hay miles de detenidos condenados a cadena perpetua, incluso niños y la policía asesina a personas desarmadas solo por ser de raza negra.

Los cambios necesarios que pidió el arzobispo para que nos podamos sentir contentos y seguros aquí, no es el cambio de sistema como subliminalmente dejó entre ver. Para los cubanos significan la erradicación del cruel e inhumano Bloqueo yanqui, ese que aspira a debilitar la vida económica de Cuba, sembrar el desaliento, negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno, situación que monseñor Dionicio y otros de sus acólitos no se atreven a pedirle a la Virgen del Cobre.

Mucha calma tiene la Revolución para no caer en provocaciones de este tipo, porque como dijo José Martí:

“La paciencia es la dote de los fuertes”.

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