Segunda Palabra:»Hoy estarás conmigo en el paraíso»

Mons. Faustino Burgos Brisman

En la búsqueda del Rostro de Dios, el ser humano está llamado a vivir en plena amistad con su Creador. Por eso anhela encontrar la felicidad plena. En ocasiones ha pensado y creído encontrar esa felicidad en metas propuestas y alcanzadas. Pero se decepciona. Alcanzar una meta le lleva a proponerse otra y otra…convirtiéndose en un eterno buscador. Esto le lleva a reconocer, que la felicidad no se haya en la tierra, en lo meramente terrenal, sino en el Reino anunciado y prometido por Jesús de Nazaret.

Cuando todos se burlaban de Cristo, estando en el cruel tormento de la cruz, al que veían humillado y fracasado, hubo uno que se encontró con ese rostro de Dios, en un instante, lo descubrió y no dudó en pedirle que le tuviera en cuenta, que le dejara ser, que le diera el honor y la gracia de ser parte integrante, habitante y ciudadano de ese Reino. Fue un malhechor. Este malhechor que estaba pagando por sus delitos, comprende en un instante, que ése de quien se burlaban, a quien le lanzaban improperios y le hacían muecas, las cuales soportaba, era alguien especial, diferente. “Ese bandido es el único que entiende algo de lo que está sucediendo. Siente la inocencia de Cristo, y le suplica con humildad: acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Dichoso este hombre que supo descubrir en los últimos instantes de su vida, dónde estaba la verdad y la vida, la verdadera condena y la verdadera salvación. Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.”

La respuesta del Maestro, que no se hizo esperar, entraña una acogida y la muestra de un perdón al pecador arrepentido, una muestra de su misericordia: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso”

Fijémonos hermanos, como dice Bossuet: “Hoy, qué prontitud. Conmigo, qué compañía, en el paraíso, qué dicha sin fin”. Dichoso aquél ladrón porque, aún estando en aquél tormentoso suplicio de la cruz, fue el primer beneficiario de la salvación que Cristo nos trae con su muerte en la cruz; dichoso, porque fue el primer heredero de la bienaventuranza de los que sufren y lloran y, porque en el último instante supo robar un sitio en el Reino.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso”

Es la respuesta, a quien ha sabido encontrar la felicidad, la alegría y el gozo en aquél, que, con gran paciencia y entereza, aguantaba tal suplicio sin merecerlo.

Es la respuesta de un Mesías que escucha y ve el arrepentimiento sincero de ese que, junto a él, sufre un tormento similar, aunque no tan cruento como el suyo.

Es la respuesta de un Dios que en Jesucristo se ha revelado como un Dios de amor, misericordia y de perdón.

Es la respuesta de un Dios que presta atención al clamor de su pueblo (Éx 3,1ss), de un Dios que decide bajar a liberarlo de la esclavitud.

Es la respuesta de un Dios que se conduele del sufrimiento humano, de un Dios cercano, tan cercano que se le puede tocar, apretujar y acercarse a él sin temor a ser rechazado.

Es la respuesta de un Dios que conoce nuestras miserias, nuestros desvalimientos, nuestras fragilidades y que siempre nos llama al arrepentimiento, a la comunión fraterna y a la santidad.

Hoy día continúa siendo una aspiración, del hombre y la mujer de hoy, llegar al paraíso. Desafortunadamente, muchos lo buscan por senderos equivocados. Por un lado, hay quienes suelen creer que ese anhelado “paraíso” se encuentra en los bienes terrenales, en las alegrías o “gozaderas” pasajeras que se consiguen a través de estimulantes u otros sucedáneos. Por otro lado, están quienes ofertan maliciosamente un paraíso al ser humano, basado éste en falsedades y mentiras, en quimeras, en fantasías y en falsas ideologías.

El consumismo, el afán de poder y de poseer, cierran la visión hacia la vivencia de valores y a la trascendencia.

Para nosotros hoy, la escucha y aceptación de la respuesta dada por Jesús al ladrón arrepentido, constituye y es, un compromiso serio, sincero y honesto, a no quedarnos de brazos cruzados, sino a trabajar con ahínco para que otros, que desean ir al paraíso, puedan alcanzarlo. Puedan escuchar de labios del Maestro “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Es un llamado a nuestras conciencias en los distintos niveles: personal, eclesial, nacional. Es un llamado personal que nos impulsa y nos reclama a dar una respuesta clara y precisa. Nos interpela de manera personal: ¿deseas entrar en el paraíso? ¿En qué o cuál paraíso? ¿Qué estás haciendo para conseguirlo?

Esto será posible, primero, en la medida que me deje transformar por la presencia del Señor en mi vida, que quien me vea a mí, no me vea a mí, sino a él, a Jesús, de tal forma que mi vida sea como dice san Pablo: “Un vivir en Cristo: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo que vive en mí”. Segundo, en la medida que desenmascare todas las falsedades que rodean al hombre y a la mujer de hoy, que lo bloquean y tienden a esclavizarlos.

En el nivel eclesial: ¿Qué paraíso le ofrecemos a nuestros fieles, a la sociedad y al mundo de hoy? ¿Qué promesas le damos en medio de su peregrinar? ¿Le ponemos a dormir en sus laureles o le hacemos caer en la cuenta de que juntos debemos trabajar nuestra propia salvación? Es procurar que todos los creyentes en Jesucristo tengamos un mismo sentir y un mismo pensar en el Señor. En definitiva, que procuremos esa unidad querida y deseada por Jesús para con sus discípulos.

Salgamos de nuestros encerramientos, superemos nuestras prevenciones, derribemos barreras. Salgamos, entonces, con entusiasmo a encontrarnos con otros hermanos; vayamos con humildad y gratitud a aprender de ellos y a recibir el don que Dios nos da en ellos. Animémonos a escuchar más a esos hermanos, a caminar con ellos, a discernir juntos, a compartir fraternidad y servicio. Démosle un abrazo al hermano que Dios pone en nuestro camino. Compartamos con otros hermanos este camino maravilloso de apreciarnos y recibirnos como “regalo de Dios”.

Con esta actitud se realizará un cambio grande en mí, en ti y en nosotros, porque es abrir espacio a mi hermano; superar la tentación del orgullo, la autosuficiencia, del encerramiento y del egoísmo; es, sentir necesidad de lo que Dios me da a través de los hermanos y abrirme con gratitud a recibirlo y a aprovecharlo; recibir a mi hermano y lo que él me comparte como “regalo de Dios”

Como Nación: ¿cuál es el paraíso a que anhelamos entrar, llegar, alcanzar? ¿Cuál es el paraíso que se nos propone como salida a nuestras crisis? No olvidemos que fácilmente podemos caer en aplicar la filosofía del descarte y del rechazo, que ha contribuido a situar, al margen del mercado laboral, a quienes trabajan en el sector informal (obreros, jóvenes recién salidos de universidades, etc.). Son los trabajadores más vulnerables, ya sean nacionales o no. Son ellos quienes realizan lo que se suele denominar el “trabajo de las tres dimensiones: peligroso, sucio y degradante”. En particular, muchos de estos trabajadores vulnerables, junto con sus familias, normalmente quedan excluidos del acceso a programas nacionales de promoción, prevención y atención, así como de los planes de protección financiera y de los servicios psicosociales.

Se hace urgente y necesario encontrar salidas dignas a situaciones irregulares y a las repercusiones personales que se esconden tras la negación de los derechos sociales. En ese sentido hay que proporcionar a la familia, ente focal de nuestra nación, de las oportunidades necesarias que le ofrezcan estabilidad y seguridad social.

“Hoy estarás conmigo en el paraíso es anhelo que muchos quieren escuchar, no nos hagamos sordos ni indiferentes a ese clamor, propiciemos los canales para que puedan escuchar esas divinas palabras del Redentor.

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