Ser social

Sergio Sarita Valdez

La cabeza de una persona adulta representa un séptimo de su esqueleto, equivalente a un 14%, mientras que en el recién nacido le corresponde la cuarta parte, o sea el 25%. Contemplando el rostro de un individuo resaltan ciertos hallazgos dignos de un sosegado y detallado análisis biológico y social. Las narices se destacan por encima de la boca como si nos dijera que hay que oler antes de masticar y de tragar; es así como muchos mamíferos evitan el envenenamiento alimentario. En un plano superior al órgano del olfato tenemos un ojo en cada lado de la cara, ubicación que le permite al Homo sapiens de modo simultáneo una visión panorámica distante, intermedia y cercana de todo cuanto acontece a su derredor. Detrás de la vista y del olfato tenemos los pabellones auriculares para captar los sonidos contenidos en una amplia gama de frecuencias audibles emitidas. Hablar de la boca es ya referirse a la alimentación y a la conversación.

Ese breve resumen básico anatómico y funcional lo hacemos para introducirnos en la vida del individuo como unidad integral de la vida en sociedad. ¿Por qué la cabeza es tan grande durante la infancia? ¿A qué se debe el que los llamados cinco sentidos del Homo sapiens están máximamente ubicados en la cara? El cráneo tiene un valor inconmensurable en la arqueología y antropología forense. Igualmente vemos lo que significa una mirada en la psicología moderna; hay miradas que encantan, así como existen miradas que matan, diría el poeta. La cara es el boleto de entrada para la integración social. Hemos sido diseñados para vivir en sociedad. Dependemos los unos de los otros, el autoaislamiento es una especie de suicidio progresivo. Nadie sobrevive a una perenne soledad, de ello se deriva la necesidad de una educación que tenga como base fundamental el aprendizaje de una sana convivencia. No puede tratarse de un “quítate tu para ponerme yo”, debemos ayudarnos a crear y defender el derecho de cada persona a tener un espacio vital. Todo tiene su inicio en el seno familiar que representa la célula básica de nuestro enjambre social.

En la revista médica “The New England Journal of Medicine” las doctoras Julianne Holt-Lunstad y Carla Perissinotto publicaron el jueves 19 de enero de 2023 un artículo que titularon “El aislamiento social y la soledad como tema médico”. Durante la primavera de 2021, época de la pandemia por Covid-19, Julianne había sufrido la pérdida de ambos padres con solamente 17 días de diferencia en los fallecimientos. El confinamiento y la enfermedad habían consumido físicamente a su padre y emocionalmente a la madre. La feliz unión matrimonial que databa unos sesenta años llegaba a un fatal desenlace acelerado por el aislamiento sanitario impuesto por circunstancias globales.

La actual pandemia ha servido para demostrar la importancia de las relaciones sociales para una sana convivencia humana. Se ha visto un incremento de los fallecimientos por trastornos cardiovasculares. Igualmente se ha notado un aumento considerable en la casuística de la ansiedad y la depresión, demencia, procesos infecciosos, sobredosis farmacológica y de suicidios. Cierto que la soledad y el aislamiento no aparecen en los certificados de defunción, ello no significa que no representen causas contribuyentes muy importantes en los fallecimientos. Recordemos el definirnos como seres sociales.

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