Sin tiza la evocación

Carmen Imbert Brugal

El día obliga, es la coincidencia de lunes y 30. Repetir es tedioso sin embargo es inaplazable recordar que el 30 de junio está consagrado, mediante Resolución de la Secretaría de Educación, desde el año 1939, como Día del Maestro.

Día dedicado a homenajear a esos personajes que sin estridencia y con dignidad marcaban vidas, sin pedir ni esperar retribución.

En otro tiempo, con tiza y borrador, con decoro y empeño sembraban “sin pensar en el fruto, sin soñar en la flor.” Quedó atrás aquella estirpe. Hoy el respeto está en el chateo y también en el choteo.

¿Dónde y cuándo aprendieron esos seres excepcionales? ¿Cuándo decidieron emular a Martí, a Hostos, a María Montessori, a Gabriela Mistral?

No necesitaron títulos. Leían y repasaban el Diccionario Enciclopédico Salvat, El Tesoro de la Juventud, El Libro Mantilla, El Manual de Carreño, Billiken, Cervantes, Garcilaso, Quevedo, Góngora, parecían cercanos.

Hubo una vez y sus frutos dejaron. La Escuela Normal creada por Eugenio María de Hostos, inspiró a Salomé Ureña Díaz y en el 1881 inaugura el Instituto de Señoritas. El Instituto creado por la “madre de la Educación dominicana” entregó al país en el 1887, seis dominicanas aptas para educar. Los nombres de las seguidoras de sus enseñanzas estaban por doquier, pero el número era insuficiente. Comenzó entonces la reproducción del modelo.

Haber pertenecido al linaje que multiplicó el método de Hostos, replicado por Salomé, sentirse educado por la segunda o tercera generación de las egresadas de esa Escuela se convirtió en identidad y orgullo. En Santiago, Puerto Plata, La Vega, San Pedro de Macorís, la impronta enaltecía. Leyendas como Ercilia Pepín, Antera Mota, ratificaban el acierto de una formación exigente.

Existía “La Escuela Vocacional Complementaria Técnica Artística”. El aprendizaje de taquigrafía, mecanografía, de oficios especializados, la creación de las Escuelas de Economía Doméstica, permitían el desempeño en una sociedad aldeana, cercada por la represión, con élites ilustradas.

La fecha también evoca el nacimiento de un ciudadano con talante irrepetible, Juan Emilio Bosch Gaviño, el inolvidable Don J uan. Nacido el 30 de junio 1909, maestro del cuento, ensayista, fundador de dos partidos, autodidacta erudito, artista sacrificado en el cuerpo de un político.

Actuó como aún no ha actuado ningún hombre público dominicano. Sin pretender la subversión, su autenticidad fue provocadora. Hablaba de amores y desamores, asistía a las salas de cine y de teatro, a las exposiciones de pinturas. Disfrutaba y compartíalas osadías literarias de imberbes creadores. Su vida tuvo como demarcación la ética, por eso no cupo en el Palacio Nacional

Impostergable la remembranza a pesar de la incertidumbre planetaria, de la advertencia de EUA a sus súbditos residentes en Haití, de la visita del Presidente de la República a un ex presidente. Válida, sin olvidarlas declaraciones del ministro de agricultura que atentan contra el acendrado presidencialismo y permiten intuir que el régimen funciona como archipiélago. Cada ministro tiene su agenda y pretende desarrollarla a contrapelo de acuerdos y leyes.

Y de nuevo las efemérides, porque hubo un tiempo con maestros. Falta la tiza y el pizarrón para recordarlo.

Hoy

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