Soberanía es más que una palabra

FEDERICO A. JOVINE RIJO

Hemos sabido coexistir pacíficamente con Haití, independientemente de las traumáticas relaciones históricas, el mutuo clima de desconfianza y la instrumentalización política que, a ambos lados de la frontera, las élites de los dos países han hecho del tema, según les convenga. La frontera es un negocio y el tráfico de seres humanos que allí se da no puede hacerse sin la complicidad y participación de nuestros políticos, empresarios, militares, etc.

Ahora bien, mientras eso ocurría diariamente, frente a nosotros se gestaba una crisis más profunda, de la que en modo alguno somos responsables: la implosión del Estado haitiano, la quiebra de su orden jurídico y un vaciamiento de institucionalidad, legalidad y legitimidad en todos sus poderes y autoridades.

Así las cosas, la caída libre del Estado haitiano nos impacta. Con una población hambrienta, a merced de pandillas y olvidada convenientemente por la comunidad internacional, hemos llegado al punto de inflexión y sólo nosotros estamos llamados a enfrentar (y soportar), en toda su crudeza, las consecuencias de su colapso.

El canal en el río Masacre es tan sólo una muestra de los conflictos por venir, de ahí la importancia de saber lidiar con él y marcar un precedente. Los políticos haitianos, principales responsables de la debacle de su país, pretenden arrastrar al nuestro al torbellino en que se encuentran y apuestan por escalar el problema y convertirlo en insular/regional. Y no, no hay un plan de fusionar las dos repúblicas, es peor de ahí, es un mainstream compartido entre quienes dirigen los principales organismos internacionales y políticas exteriores del primer mundo, que no entienden eso de una frontera común entre dos países que ellos perciben como iguales.

Hoy vence el plazo dado por el presidente Abinader al gobierno haitiano para que suspenda la construcción del citado canal y se avenga a los mecanismos del derecho internacional. Para un “gobierno” que reconoce que el canal es ilegal, pero que no puede hacer nada para evitarlo, eso y nada es lo mismo.

El juego de poder que hoy se inicia y las consecuencias de las medidas adoptadas por el gobierno condicionarán el proceso electoral dominicano, de cara a 2024, sin duda. Aún así, es penoso ver que desde algunos sectores de la oposición sean cuestionadas las actuaciones del gobierno, como si esos cuestionamientos (legítimos) contribuirán a solucionar el problema secundario (el canal ilegal) y a conjurar el primario (la ocupación silente de nuestra patria).

El Estado haitiano no existe y el caos que deja su vacío constituye el mayor desafío para la supervivencia de la nación dominicana. No es tiempo de nacionalismos, politiquería, chovinismo, xenofobia o geopolítica, es tiempo de unidad total. En la frontera se juega, una vez más, el destino de la patria, y el gobierno que asuma el desafío merece todo nuestro apoyo.

Listín Diario

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