Surrealismo político
Marisol Vicens Bello
Lo que estamos viviendo actualmente en el panorama político internacional luego de la juramentación de Donald Trump como presidente número 47 de EE.UU. a muchos nos parece desconcertante e irreal, aunque para otros sea motivo de regocijo, y mientras los hechos se suceden cada día aumenta la incertidumbre y la intranquilidad, y cada vez está más claro que la búsqueda de hacer negocios y la supuesta defensa de los intereses económicos está por encima de la ley, la razón y la ética, y será una constante la retaliación contra todo aquel que se le opuso y se le oponga, el desmonte de toda medida tomada por sus adversarios, así como las amenazas utilizadas como estrategia para forzar negociaciones y tratar de imponer sus posiciones.
Aunque su lema de campaña era hacer a su país grande otra vez, con el que arengaba a muchos que como él resentían los acuerdos comerciales, la inmigración ilegal sobre todo de personas que no sean blancas, los impuestos, las regulaciones de mercado, el cumplimiento de normas y políticas dictadas o promovidas por organismos internacionales, las ideas progresistas y el denominado “wokismo”, lo que muchos quizás no advirtieron es que ese objetivo de grandeza es el fin que justifica los medios, y por tanto para él todo está permitido con tal de lograr lo que en su opinión conviene a los intereses económicos supuestamente de ese país, pero particularmente a los suyos y los de los empresarios que son sus acólitos, aunque pueda tener consecuencias negativas para los norteamericanos, y para la paz y el orden mundial.
Pese a que no ha cumplido el primer mes de su mandato, la cantidad de medidas, acciones y amenazas ha sido inusitada y ha dejado ver claro que lo único que importa es lo que en su visión debe hacerse, por eso ha anunciado su intención de comprar Groenlandia por su potencial económico y de recuperar el control del canal de Panamá para proteger los intereses norteamericanos y sacar las manos chinas de su operación, ha impuesto aranceles a sus vecinos Canadá y México como forma de intimidación para luego ponerlos en suspenso y amenaza con imponer otros, ha roto relaciones con organizaciones internacionales que por consenso de las principales naciones del mundo dictan políticas en distintos órdenes como la salud, la economía, la defensa de los derechos humanos, la protección del medioambiente, y ha llegado al extremo de trivializar el drama humano de la Franja de Gaza, anunciar que la vaciará de palestinos evacuándolos a Jordania y Egipto, y la convertirá en la Riviera de Medio Oriente gracias al desarrollo inmobiliario que impulsará.
Algunos celebran las medidas contra los inmigrantes, el cese de las ayudas económicas del Estado, la satanización de la cooperación internacional de la USAID, los recortes para reducir el gasto y la nómina pública del Departamento de Eficiencia Gubernamental, DOGE por sus siglas en inglés, bajo la dirección de Elon Musk, radicalmente empoderado para recortar y tener acceso a informaciones del tesoro estadounidense sin ser funcionario electo, que se hayan revocado medidas para la protección del planeta y se anuncie el regreso al plástico, así como que se haya suspendido mediante una orden ejecutiva la ley que prohíbe a las empresas estadounidenses recibir sobornos de gobiernos extranjeros, y congelado los procedimientos penales por su violación, so pretexto de que eso traerá “muchos más negocios a Estados Unidos”.
Otros piensan que saldrán beneficiados porque son sus amigos, sus aliados, o porque el auge económico provocará un derrame a su favor, o simplemente porque como empresarios y acaudalados tienen rumba abierta para hacer negocios a sus anchas, pero en el mundo de Trump lo irracional suplanta lo real, la mentira a la verdad, el interés económico al interés social, los negocios al respeto a la ley y a la soberanía, la amenaza a la seguridad jurídica, la retaliación y el insaciable apetito de poder a la paz. Estamos viviendo la era del surrealismo político, y los mismos que están seducidos por su delirante accionar celebrando la caída de sus víctimas, no se dan cuenta de que quizás mañana podrán también serlo, y entonces lamentarán no tener reglas firmes e instituciones que garanticen sus derechos y pongan límites al poder.
El Caribe