Un monólogo de un gigante maltratado

Samuel Luna

Hoy pienso en la forma como me han tratado en los últimos años, me siento exhausto por el maltrato y el abuso emocional que he recibido.

He tratado de dar lo mejor y aun así lo único que he obtenido es desechos, metales, plásticos, aguas cloacales, y hasta me han lacerado por la ambición en la búsqueda insaciable de arena y de piedras.

Con frecuencia corro hacia arriba para protegerme de aquellos que me maltratan, solo en mi trinchera me siento libre, aquella trinchera donde muy pocos llegan. Es ahí donde estoy a salvo, donde mis aguas están cristalinas y listas para ser tomadas.

Sí, es ahí donde estoy en reposo, me siento sin peligros, porque de donde yo vengo muy pocas personas transitan; de hecho, esos que me maltratan no han llegado a mi origen, no llegan porque no les importa mi génesis, soy tan pequeño al nacer, que la mayoría de personas nunca se imaginarían que ese diminuto chorro de agua luego se transformaría en el Yaque del Norte, el río más largo de la República Dominicana. Así es, no lo saben.

No entienden que yo salgo tímidamente de la Loma la Rucilla, aquel bello lugar entronado en la Cordillera Central.

Es ahí donde tengo un buen amigo y el más grande del país, es mi testigo y coexistimos, el Pico Duarte. En algo estoy muy claro, que fui creado y existo para proteger, para generar vida y para saciar la sed de los seres humanos, incluyendo aquellos que me destruyen; pero aun así me maltratan.

¡No lo entiendo! Si yo les doy vida, sombra, agua, mejoro la agricultura, diversión, libero tensiones, proveo recursos naturales y les brindo alimentos saludables, porqué me siguen destruyendo.

De hecho, decido cada día bajar de los 8,464 pies sobre el nivel del mar hacia las partes más bajas del país, con el único propósito de llegar donde ellos están.

Soy aquel gigante que desciende y se encarna para tocar la sociedad, pero me han hecho como a Jesús, me crucifican cada día, me traicionan y me dejan lleno de estiércol.

Soy el gigante de la Cordillera Central que no me puedo defender por mi mismo, necesito la ayuda de unos llamados seres humanos, ellos fueron creados para administrar y proteger el medio ambiente, pero…no sé si decirlo…esos seres humanos están más lacerados que yo mismo, están heridos, no saben cuidar, no entienden lo que es limpieza, no saben disfrutar sin destruir, vienen donde mí y no están conforme con la música que yo le genero cuando la corriente de mis aguas interactúan con las piedras y la arena, creando así un sonido relajante.

Recuerden mi historia, le di de comer a los taínos, a los invasores, a los africanos que fueron traídos encadenados, también  a los asiáticos, a los judíos, y a los anglos, aquellos que llegaron del oriente como los libaneses, árabes que hoy son dominicanos, y creo que ustedes tienen un presidente que podría usar su investidura para castigar a los que me laceran en contra de ustedes.

Recibí a muchos que durmieron en mi orilla y junto a mi bella arena, y nunca exigí un permiso, solo anhelaba limpieza. Hoy sigo saliendo de Jarabacoa donde se trasladan miles de ustedes en busca de aguas limpias que le generan un sentir de paz interna.

No me hagan más daño, déjenme llegar a La vega, a Santiago con aguas limpias, porque así podré continuar hacia Montecristi y fusionarme con el azul del océano Atlántico y seguir mi ciclo para regresar a mi bella casa donde muy pocos de ustedes llegan.

Si yo como río les he ofendido, les pido perdón, solo he llegado a ustedes desde arriba para generar riquezas, diversión y salud; pero como gigante levanto mi bandera blanca en señal de paz y con el grito de todo mi caudal solo les pido una cosa: ¡No me contaminen más!

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