Una sociedad enferma, sin límites y desarticulada
José Miguel Gómez
El estrés social en que vivimos, unido a la violencia social y a la inseguridad ciudadana hablan de una sociedad enferma que ha perdido la capacidad de asombro dada la recurrencia con que se producen crímenes, violaciones, asesinatos, atracos, secuestros, tumbes, robos y pleitos con armas.
La cultura de violencia cotidiana se registra a cada hora, en diferentes lugares y por cualquier motivo o circunstancia donde se pierden los límites, la proporcionalidad, el dejar pasar, el no hace daño o la ausencia de cultura de buenos tratos. Una sociedad donde la gente pierde la vida por un parqueo, por el rose de un vehículo, por un celular o por una discusión política o deporte; deja expresado una sociedad culturalmente pobre, de poca educación y sin cultura de tolerancia.
Estamos reproduciendo la cultura de la pobreza, de un ciudadano desconocedor de los límites, transgresor y violador de las leyes, de la autoridad y de convivencia armoniosa y pacífica. El no respetar la Policía, orinarse en la vía pública, violar las normas de tránsito, hablar mentiras, engañar y estafar en negocios, violar contratos y acuerdos, desconocer o minimizar el daño y ser insensible o no sentir vergüenza ni arrepentimiento social, hablan de sociedades desarticuladas, sin límites y enferma moralmente.
En la cotidianidad se registran entre seis y ocho muertes violentas; más los conflictos con armas, la violencia doméstica, de género e intrafamiliar, por su recurrencia habla de una sociedad que ha llegado a una cultura de violencia, o sea, un aprendizaje y un sistema de creencia que, cuando tenemos alguna diferencia o se presenta alguna adversidad, la resolvemos de forma violenta.
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El crecimiento económico, ni los estilos de vida de sociedad posmoderna desdice mucho del comportamiento ciudadano; donde se registran conductas, patrones y roles de siglo XX.
Las sociedades enfermas se caracterizan por crecer y mantener cultura de violencia, aumenta el delito y la transgresión a las normas ciudadanas, el practicar el individualismo, la insensibilidad social, la corrupción, violación a las leyes, falta de credibilidad en las instituciones, ausencia de sistema de consecuencia, y crisis de identidad social y cultural.
En la desarticulación y la ausencia de límites, se deja expresar en los segmentos sociales, donde el ciudadano luce atrapado con los altos niveles de inequidad social, las desigualdades y la falta de cohesión social, de donde se activan más las actitudes emocionales negativas: resentimiento social, culpa, desesperanza, desmoralización, irritabilidad, intolerancia y frustración colectiva e impotencia.
La participación de profesionales, técnicos y adultos en capacidad de posponer, reconocer límites, sentir resaca moral etc. y participar de forma recurrente en corrupción, negocios ilícitos, violencia y delitos, habla de una sociedad quebrada, moralmente enferma y socialmente incorrecta.
Las soluciones: hay que invertir más en la ciudadanía, en la cultura de buenos tratos y modificación de comportamientos sociales; con mayor control de armas, del crimen organizado, de la convivencia pacífica.
Literalmente, hay que empezar a desmontar el sistema de creencia y de roles que, somos ciudadanos violentos, agresivos y hacedores de conflicto. Hay que hacer algo, pero de manera urgente, para construir ambiente de paz, de tolerancia y de convivencia pacífica.
Los conflictos entre policías y ciudadanos en actitudes desafiantes y conductas de alto riesgo son una expresión de esas desarticulaciones y de ausencia de límites de la sociedad enferma.