EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

Haití y su canciller

Ignacio Nova[email protected]

 Haití no es un Estado so­cial, ni de­mocrático ni de dere­cho. Es, en términos hobbe­sianos, un Estado de natu­raleza porque su gobierno resulta de la “condición na­tural” de los “líderes”. La “igualdad” los capacita pa­ra actuar partiendo de sus capacidades y fuerzas natu­rales y económicas.

Es el tema superado de “El Leviatán” y “De Cive” (Hobbes, 1651), contrario a “Dos tratados sobre el go­bierno civil” (Locke, 1689), donde la razón guía los ac­tos humanos. Haití es “gue­rra de todos contra todos”.

No ha podido, siquie­ra, organizarse como Es­tado moderno: sujeto al predominio de la Ley. La justicia se toma en las manos. El asesinato del presidente Jouvenal Moi­se lo ejemplifica. Decirlo duele. Más de un vecino al que deseamos destino mejor; que a causa de tal calaña gobernante es el pauperrimus del Conti­nente.

Ese gobierno, en vez de alinearse con la Repú­blica Dominicana frente a la comunidad internacio­nal, para obtener solucio­nes favorables a su pueblo ante su histórica tragedia, optó por ofender, en una descortesía inenarrable que alerta ante la posibi­lidad de que tal gobierno haya optado por presen­tarse comprometido con garantizar ese Estado de naturaleza, la barbarie según Domingo Faustino Sarmiento.

Como en el Estado de naturaleza las acciones hu­manas parten del poder y capacidad “natural” de ca­da quien, muchos haitianos buscan y procuran integrar­se a bandas que hoy, según organismos internaciona­les, controlan el 60% de ese territorio. Para los fines del pueblo, el gobierno haitia­no es puro eufemismo. Para la comunidad internacio­nal, ¿es expresión política de esas bandas?

A su canciller y gobier­no —pues como vocero del gobierno habló— no interesan las cooperacio­nes. Menos si impulsan hacia el bienestar colecti­vo y el imperio de la Ley. Las desprecian. Recorde­mos el desplante a la do­nación de vacunas anti Covid-19 de la Organiza­ción Mundial de la Salud (OMS). Acto de híper mal agradecidos. Leonel Fer­nández pudo comprobar­lo cuando, siendo presi­dente y luego de donarles una universidad (enero 12, 2012), debió ser ex­traído por la seguridad ante el intento de turbas por asaltarlo o asesinarlo. ¿Dónde estaba el gobier­no?

Tal Estado de barbarie es lo que ese funcionario cree que puede comparar con República Dominicana, donde la tasa de criminali­dad es la 4ta más baja del continente. Sin ser los cuar­tos más ricos.

Desde tal Estado de sal­vajismo ese funcionario cree tener derecho para ofender a la República Do­minicana. Allí, una cúpula “ilustrada” ha convenido con garantizar la continui­dad de tal Estado de bar­barie. ¡Insólito!

Un gobierno dominica­no menos condescendien­te con Haití prohibiría a ese canciller y a su actual pre­sidente ingresar al territo­rio. Les retiraría el visado, como los americanos. Así no podrían venir a adqui­rir propiedades como todos vienen a disfrutar los dine­ros mal habidos producto de sostener ese Estado de desorden natural y sufri­miento colectivo contra su pueblo.

Los haitianos merecen mejores gobernantes. Fun­cionarios sensible ante el drama de su pueblo; com­prometidos con trabajar para mitigarlo.

Con su “respuesta”, ese Canciller esbozó la actual política exterior haitiana: su gobierno reclama su de­recho al Estado de natura­leza y de barbarie.

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