Estos tiempos bárbaros: Todas las guerras (27)

Juan T. Monegro

Eran los años 50s y los 60s, siglo pasado. Ráfagas de los vientos de la Guerra Fría bramaban vehementes, con mayor o menor intensidad, en la generalidad de países de América Latina y el Caribe; en los cuales, las superpotencias desplegaban sus banderas espoleando bandos enfrentados, exacerbando conflictos preexistentes. Realidades sociales y políticas fueron caldo de cultivo para la confrontación ideológica entre los dos bloques enfrentados, el capitalista y el comunista.

Se intensificaron los conflictos en la región, que sufrió intervenciones directas e indirectas de los Estados Unidos, invasiones incluidas, en generoso empeño por contener la expansión del comunismo. Con frecuencia, dicho país respaldó regímenes autoritarios y dictatoriales aliados, en desmedro de la democracia y la conculcación de derechos civiles. Golpes de estado, conflictos armados, represión y violaciones de derechos humanos se hicieron comunes en países latinoamericanos y caribeños.

Concomitantemente, movimientos sociales y partidos políticos abogaron por el establecimiento de modelos socialistas o comunistas como fórmula alternativa a las desigualdades sociales y económicas prevalecientes. Estos movimientos, a menudo reprimidos, alimentaron tensiones internas y contribuyeron a la inestabilidad política en la región. Sobrevinieron tiempos bárbaros.

En Cuba

La Revolución Cubana (1956-1959) es el caso que con mayor intensidad reflejó la polarización ideológica de la Guerra Fría en la región. Fue un conflicto armado muy complejo, considerando la naturaleza multifacética del mismo, los múltiples frentes y actores enfrentados y su prolongación en el tiempo. El apoyo internacional, las alianzas geopolíticas, la lucha ideológica en juego y el amplio apoyo popular y de los movimientos sociales de que fue objeto caracterizaron el proceso.

Los bandos enfrentados fueron: de un lado, i) el gobierno autoritario encabezado por Fulgencio Batista Zaldívar, que era apoyado por sectores conservadores, las fuerzas militares, el empresariado, la mafia internacional y, especialmente, el gobierno de los Estados Unidos. Los intereses económicos y estratégicos del país norteamericano en la región tuvieron una incidencia singular en respaldo al régimen; esto, no obstante que, al final, la relación con el gobierno de Batista se complicó a causa de la corrupción y la represión.

Y del otro lado: ii) las fuerzas rebeldes encabezadas por Fidel Alejandro Castro Ruz, Ernesto Rafael Guevara de la Serna (El Che Guevara), y otros más; los cuales combatieron las fuerzas del régimen de Batista enfocados a su eliminación, establecer la democracia y en la realización de objetivos de justicia social. Fue el argumento sustantivo de justificación de la revolución.

La deriva a un gobierno abiertamente socialista, alineado al bloque de la URSS, establecido a menos de un centenar millas de la costa de los Estados Unidos (144 Kms) significó un desafío geopolítico inadmisible, que fue combatido y resistido por más de seis décadas. La crisis de los misiles (1962) reflejó el punto más álgido de la rivalidad entre las dos superpotencias. El mundo anduvo al tris del holocausto nuclear.  

Con las reservas debidas, por la falta de registros precisos sobre las bajas humanas causadas en la primera fase del proceso revolucionario, las estimaciones de éstas (directa o indirectamente) oscilan entre miles a decenas de miles, incluyendo combatientes revolucionarios, militares del gobierno y civiles.

En Nicaragua

Asimismo, Nicaragua: el proceso de la Revolución Sandinista (1978-1990); en que, las fuerzas rebeldes nucleadas en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con afinidades y vínculos con la Unión Soviética, derrocaron en 1979 el gobierno dictatorial y dinástico de Anastasio Somoza Debayle, que había recibido apoyo político, económico, militar y financiero del gobierno de los Estados Unidos.

Establecidos los sandinistas en el poder, desde inicios de los 80s se desencadenó una guerra civil; en la que, grupos contra-revolucionarios (los Contras) respaldados por los Estados Unidos enfrentaron al Ejército Sandinista de Liberación Nacional. Hasta que, en 1990, el presidente-candidato sandinista (José Daniel Ortega Saavedra) fue derrotado en las urnas por la coalición Unión Nacional Opositora (UNO), liderada por Violeta Barrios de Chamorro, marcando el fin de esa primera etapa de gobierno surgido de la revolución, y el de la guerra civil aupada por el gobierno de USA.

La tensión ideológica entre los polos antitéticos de la Guerra Fría fue evidente en lo que pasó antes, durante y después de la revolución nicaragüense.

El drama humano asociado al conflicto nicaragüense se reflejó en un estimado de bajas muy impreciso, dada la complejidad del proceso y la duración del mismo. Incluyó la guerra contra la dictadura de la familia Somoza (1961-1979), en la que se estima murieron alrededor de 50 mil nicaragüenses, producto de la represión y la resistencia popular.

Además, la posterior guerra civil librada entre el gobierno sandinista y los grupos insurgentes respaldados por Estados Unidos (los contra-revolucionarios, o los contras), entre 1981 y 1990. El número de bajas de esta segunda etapa se estima en alrededor de 30 mil, incluyendo combatientes de ambos lados y civiles afectados.

Asimismo, tantos más los heridos, lisiados, huérfanos, y decenas de miles de familias dañadas directamente por las tragedias de la guerra. Suman también al drama humano una estela de traumas reflejados en divisiones políticas y sociales de gran calado de la sociedad nicaragüense.

En El Salvador

Fue también el caso de El Salvador. Este país, el más pequeño en extensión territorial en Centroamérica, enfrentó un conflicto bélico muy complejo, extremadamente cruento  y de larga duración (1980-1992); en el que, una coalición de grupos guerrilleros, nucleados en el Frente Farabundo Martí para la Liberación (FMLN), combatió a las fuerzas militares del gobierno salvadoreño encabezado por José Napoleón Duarte (1984-1989), respaldado política y militarmente por los Estados Unidos, cuya política exterior priorizaba la contención de la expansión del comunismo, el respaldo a gobiernos aliados y la preservación de intereses geopolíticos, económicos y estratégicos en la región América Latina y el Caribe.  

El drama humano del conflicto salvadoreño fue intenso, con violación generalizada y sistemática de derechos humanos: represión, masacres, comisión de actos horrorosos tipificados como crímenes de lesa humanidad, desplazamientos forzados y asesinatos de civiles. Se estima que, alrededor de 75 mil personas murieron, y muchas más resultaron heridas o contaron como desaparecidas. Asimismo, la guerra en El Salvador dejó un legado de traumas, divisiones políticas y sociales y otras huellas y pasivos sociales imperecederos.

En Guatemala

Igual, la Guerra Civil en Guatemala (Mediado de los 50s – mediado de los 90s); en que, este país enfrentó una conflictividad social, política y militar de larga duración, incluido el golpe de Estado acontecido en 1954, respaldado por la CIA, que derrocó al gobierno democrático del presidente Jacobo Árbenz Guzmán, a quien el gobierno estadounidense atribuía simpatías comunistas. Fue, seguramente, la primera baja que sufrió la democracia en la región en el contexto de la Guerra Fría.

La guerra se libró entre, de un lado, las fuerzas armadas del gobierno guatemalteco; y del otro, varias organizaciones guerrilleras con diversidad de ideologías, estrategias y enfoques, entre las que destacaron: la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) y el Ejército Guerrillero de los Pobres (ERP). Las mismas tenían como objetivos comunes i) resistir y combatir al gobierno guatemalteco; ii) suscitar cambios políticos, sociales y económicos en el país; y iii) concretar derechos sociales, y valores de justicia y participación política para diversos sectores de la sociedad guatemalteca, indígenas incluidos.

El drama humano del conflicto guatemalteco se reflejó en el número de bajas estimado entre 200 y 250 mil, la mayoría civiles; además de decenas de miles de heridos y desaparecidos. Sumaron al drama, también, la represión generalizada contra líderes civiles, decenas de miles de encarcelamientos arbitrarios, y otras prácticas horrorosas causantes de enorme sufrimiento. Quedando un legado de traumas, división socio-política y desafíos persistentes en términos de justicia y reconciliación.

En Chile

La tensión ideológica entre potencias durante la Guerra Fría se reflejó con acritud en Chile (1973-1990): en que, un cruento golpe de Estado (1973) encabezado por el entonces Cnel. Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, con respaldo de la CIA, derrocó el gobierno democrático de la Unidad Popular encabezado por Salvador Guillermo Allende Gossens, con vínculos con la Unión Soviética y otros países de la órbita socialista.

El gobierno de Allende se había caracterizado por implementar políticas socialistas y reformas económicas que incluyeron racionalización de industrias clave, redistribución de la tierra y políticas de bienestar social en el país sudamericano.

Puede sostenerse que, a pesar de la implementación de políticas de corte socialista, la postura del gobierno de la Unidad Popular fue esencialmente consistente con la del Movimiento de Países No Alineación (MNOAL); lo que suponía una voluntad de mantener relaciones con distintos actores internacionales, sin implicar un compromiso pleno con ninguno de los dos bloques predominantes: ni con el comunista, liderado por la Unión Soviética, ni con el occidental, liderado por Estados Unidos. Esencialmente fue así.

Tras el golpe de Estado, Chile se sumergió en un período oscuro, traumático. Tenebroso. Con una dictadura militar que reprimió severa, generalizada e inmisericordemente; incluyendo persecución, detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas de opositores políticos, y otras formas de violencia. Asimismo, miles de personas fueron víctimas de violaciones graves a sus derechos fundamentales, y familias enteras sufrieron la persecución, la desaparición o el exilio de seres queridos. Fueron horrorosos tiempos bárbaros.

Se estima que, entre 3 y 4 mil personas fueron asesinadas o desaparecidas como resultado directo de la represión política durante la dictadura de Pinochet. A lo que se suman decenas de miles de que fueron detenidas, torturadas o exiliadas, o que sufrieron violaciones a sus derechos fundamentales. La represión dejó cicatrices emocionales y morales de gran calado y larga duración en la sociedad chilena. La dividió.

En Colombia

Otro caso es el de Colombia. Un conflicto armado complejo y prolongado que viene desde la década de los 60s hasta acá, con distintas fases y evoluciones a lo largo de las décadas.

Los actores enfrentados en Colombia han sido, de un lado: 1) las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y otras facciones de guerrilla más pequeñas; teniendo como propósito común suscitar cambios políticos y sociales en el país, incluyendo la distribución de tierras, la justicia social, la participación política, y otros derechos o conquistas fundamentales.

Otro grupo de grupos han sido 2) los Paramilitares: facciones armadas de derecha con diversos nombres y siglas, surgidos como respuestas civiles a las guerrillas, bajo el fin supuesto de proteger a las comunidades y contrarrestar la insurgencia; involucrándose, además, en actividades criminales y abusos contra la población civil.

Y 3) el Ejército de Colombia y fuerzas de seguridad del Estado, que ha combatido los grupos guerrilleros y paramilitares en el curso del conflicto, con el fin constitucional de restaurar el orden y la estabilidad en el país.

La complejidad del conflicto armado en Colombia dificulta contar con datos precisos que caractericen adecuadamente el drama humano, pero ha sido devastador. Mal contados, los combatientes de los diferentes grupos que han perdido la vida durante décadas de enfrentamiento, incluyendo: guerrillas, paramilitares, el ejército y fuerzas de seguridad, se estiman en decenas de miles. 

Asimismo, se estiman en más de 260 mil las personas asesinadas; y en más de 80 mil el número de personas desaparecidas, con miles de familias enteras sumidas en dolor e incertidumbre a causa de dichas desapariciones. Todo esto, sin contar los cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas que han sufrido heridas físicas y emocionales como resultado de la violencia, más los desplazamientos forzados y los ataques armados.

El conflicto ha impactado significativamente, además, en términos de destrucción de infraestructuras, de la economía y del tejido social colombiano, creando divisiones y desafíos persistentes para la reconciliación y reconstrucción del país. Así también, ha dejado una estela de depresión y estrés postraumático en personas afectadas directa e indirectamente por el conflicto, principalmente entre los que han sido víctimas directas de la violencia.

Ha sumado una cuota significativa al drama humano colombiano el desarrollo de la pujante industria de narcotráfico, a la que se asocian organizaciones criminales involucradas en el tráfico de drogas, los cuales han financiado y contribuido a la violencia en el país sudamericano.

En República Dominicana

La rivalidad de las superpotencias tuvo incidencia significativa en República Dominicana, principalmente en las décadas de los 60s y 70s, en los términos siguientes: i) Dictadura y ajusticiamiento del tirano:en que, décadas de gobierno de mano dura y ruda represión política (1930-1961), bajo la mirada indiferente o complaciente de los Estados Unidos, empezaron irse a pique cuando el tirano dejó de ser confiable para garantizar sus intereses; sectores del gobierno estadounidense comenzaron a percibirlo como una fuente de inestabilidad potencial en la región y, por consiguiente, contraproducente para sus objetivos estratégicos. Empezaron a percibir que su muerte podría conducir a una apertura política, a generar mayor estabilidad-país, y evitar que una crisis tipo Cuba que pudiera desarrollarse y favorecer la influencia comunista en la región. ¡La geopolítica!

Asimismo, ii) Golpe militar que derrocó el gobierno democrático:en que, sectores de la derecha política conspiraron y destituyeron el gobierno constitucional de Juan Emilio Bosch Gaviño. Bosch era un líder político de tendencia izquierdista, con una visión progresista y hasta reformista, que buscaba implementar cambios sustantivos en la sociedad dominicana. No era comunista. Sin embargo, era visto con preocupación y recelo por los Estados Unidos, que vieron con buenos ojos el golpe de estado. 

Luego, iii) la Guerra Civil de 1965: en que, el golpe de estado a Bosch provocó disturbios civiles y derivó en el estallido de la Revolución de Abril, que tuvo por objetivo restablecer el gobierno constitucional destituido en 1963. Involucró a diversas facciones, incluidas fuerzas militares locales, fuerzas insurgentes, civiles, y la intervención militar estadounidense; esta última, llevada a cabo con el fin de prevenir o evitar otro Estado Comunista en el hemisferio occidental.

La intervención militar de Estados Unidos aumentó las tensiones y recelos en países de la región que la consideraron una violación a la soberanía nacional. 

Puede sostenerse que, la intervención militar fue un claro reflejo de la lucha de poder entre las superpotencias, en su intento de influir en la política y procesos internos de los países y asegurar su propia hegemonía ideológica en la región. En el caso dominicano, culminó con la retirada gradual de las tropas y la instalación de un gobierno provisional, así como con la posterior elección (de calidad democrática dudosa) de Joaquín Balaguer, afín al gobierno y a los intereses de los Estados Unidos.

El drama humano del proceso dominicano se reflejó i) durante los 30 años de la dictadura de Trujillo: en que, se utilizaron tácticas de represión, tortura y asesinato contra decenas de miles de opositores políticos para mantener el control absoluto sobre el país. Hubo violaciones masivas de los derechos humanos y limitación severa de las libertades públicas, incluidas torturas, detenciones arbitrarias, y más. Buena parte de estas barbaridades ocurrieron en los años de la Guerra Fría. 

Asimismo, ii) la Revolución de abril de 1965 y la intervención militar de Estados Unidos: en que, el conflicto armado causó un enorme sufrimiento humano y dejó secuelas profundas en la sociedad dominicana tanto a nivel individual como colectivo (familias, comunidades). Muchos líderes políticos y sociales sufrieron persecución y represión, lo que derivó en exilios, detenciones injustas, desapariciones y muertes.

Se estiman en varios miles las muertes que se dieron en los bandos participantes en el conflicto. El ambiente de represión política se extendió durante los gobiernos de los 12 años (1966-78) de Balaguer, en que se registraron muchas detenciones, desapariciones, exilio y asesinatos políticos. Fueron nuestros tiempos bárbaros.

Una parábola

´… es como un hombre que sembró buena semilla en el campo. Mientras la gente dormía vinieron unos y sembraron cizaña entre el trigo. Cuando creció el trigo y empezó a formar espigas apareció también la cizaña… Los siervos le preguntaron al dueño que, si la arrancaban, y él les dijo: ´No. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, que entonces diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y amárrenla en paquetes para quemarla; después, recojan el trigo y guárdenlo en mi granero (Mt 13, 24-30).

Enseñanzas o aprendizajes

1ro. Aquellos vientos y estas guerras. Así como fue ayer, las superpotencias afinan sus alianzas y se aprestan a apoyar regímenes afines a sus ideologías e intereses. Igual que ayer, seguramente ese apoyo derivará a intervenciones (directas e indirectas) en asuntos internos de los países. Vívidos recuerdos de tiempos tan aciagos los tenemos. Son los casos de Guatemala, Cuba, República Dominicana, Chile, El Salvador, Nicaragua, y más. ¿Acaso la vuelta de aquellos tiempos no traerá de vuelta los mismos vientos? Brisas soplan ya en la región.

2do. Vista venir, la polarización política y la conflictividad intestina. En países de América Latina y el Caribe resuenan ya los vientos tormentosos de la tensión ideológica entre las superpotencias. Está en pleno desarrollo una nueva Guerra Fría. Se ve, se siente en ánimos que se caldean, tanto como en divisiones internas y externas, que se exacerban. Activos apreciados como el de la integración, la armonía entre los pueblos, la democracia y la paz, parecieran a veces ir a menos, degradarse. Y quiera Dios que no.

3ro. Capacidad de discernimiento. ¡Ah…! ¡Las superpotencias sus intereses estratégicos! Con tal de asegurar su influencia, han apoyado regímenes autoritarios, represivos, lesivos a los derechos humanos. Con sus intervenciones sembraron cizaña, intensificaron tensiones sociales, crearon divisiones. Todavía no con pantalones largos, poco fue lo que se supo o pudo discernir. Mientras aún dormidos, se regó semilla rara, ideologías exquisitas e inapropiadas para estos huertos. Vinieron frutos vanos. La cosecha se perdió. Entonces, quedamos sin trigo ni ideología. Que ahora, en la nueva vuelta que parece avecinarse haya más capacidad para discernir. Lo quiera Dios.

4to. Paciencia y sabiduría, la toma de posiciones. Ante la confusión e incertidumbre propias de la Guerra Fría, el cultivo virtuoso de paciencia y sabiduría es clave para no confundir el trigo y la cizaña, ni cambiar primogenituras con platos de lenteja. Lo que para los países de América Latina y el Caribe implica: i) ejercitar discernimiento cuidadoso sobre de las influencias de las superpotencias en los asuntos internos: tener capacidad adecuada para evaluar las consecuencias de las decisiones a largo plazo; y ii) cultivar la tolerancia, la coexistencia con la diferencia y la convivencia en paz: implica desarrollar formas de convivir con las tensiones ideológicas, evitando caer en conflictos directos o toma de decisiones drásticas que pudiesen perjudicar el desarrollo y la estabilidad local y regional.

Asimismo, y iii) capacidad de resistir la polarización: a imagen y semejanza del trigo, que resistió el crecimiento junto a la cizaña sin perder su naturaleza (de trigo), un aprendizaje es lo esencial de mantener la identidad nacional y la defensa de la soberanía frente a presiones de las superpotencias, cultivando la visión y valores propios, obviando posiciones de extremismo.  

En suma: prudencia, mucho tacto, discernir con cautela las influencias de las superpotencias para beneficiar y lidiar con inteligencia adecuada los asuntos internos, puede ser una lección aprendida de los países, de sumo valor ante los nuevos desafíos, que ya están aquí.

5to. Los efectos económicos. El negocio de las superpotencias enfrascadas en la Guerra Fría fue y es, la promoción sus intereses estratégicos. La consolidación de sus influencias. El desarrollo de los países es lo de menos. La calidad de vida de los pueblos tiene la categoría de cosa de importancia secundaria, supletoria, periférica. La dependencia económica que se generó en muchos casos, en uno y otro bando, contribuyó a profundizar la pobreza y las desigualdades sociales en los países de la región. Seguramente que, esa no era la intención; lo malo es que ese fue el resultado.

6to. ¡Ah…! El activismo y luchas de aquellos tiempos. Bueno fue que, las tensiones de los tiempos de la Guerra Fría fueron catalizadoras del activismo y de los movimientos sociales; impulsaron luchas por la autonomía, la democracia y la justicia social en los países de América Latina y el Caribe. Confirieron sentido y razón de ser a aquellos afanes. 

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