¡Ni un centímetro de algo para los desalmados de Haití!

Ignacio Nova

.La propuesta presentada por la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales (Sisalril) al Consejo Nacional de la Seguridad Social (CNSS) para implementar la Atención Primeria y el Primer Nivel de Atención en el Seguro Familiar de Salud merecen un análisis que edifique a la población.

Pero la Patria llama. Y respondemos, posponiendo ese abordaje.

Sabemos que el debate de muchos temas de relevancia para el fortalecimiento de nuestro país cae en el ostracismo informativo a causa de este diferendo domínico-haitiano, en tanto voceros diplomáticos haitianos encuentran —en los medios de información dominicanos — el espacio del que en Haití carecen sus homólogos dominicanos; que mediante esas narrativas pretenden inocular y “argüir” infundadas pretensiones de derecho y la ridiculez de una soberanía nacional que Haití no está en capacidad de hacer valer siquiera frente a los truhanes de las bandas de delincuentes y anarquistas armados que controlan gran parte de su territorio y asesinan y roban a su población ante la indiferencia e incapacidad de su gobierno.

La soberanía haitiana no existe como expresión de la fuerza de un Estado que la encarna y posee los recursos y medios para hacerla valer, sino como efecto del desinterés internacional generalizado por lo que Haití ha venido a ser. Es efecto del consentimiento sin costo ni beneficio y a su calidad de “des Estado”, consecuencia del saqueo que sus recursos, pueblo y riquezas han sufrido por centurias: primero en beneficio de los hoy desentendidos colonialistas y, posteriormente, por esos líderes, poderosos y gobernantes que durante siglos han cifrado sus oportunidades de enriquecimiento a contrapelo del pueblo haitiano y de la República Dominicana.

Ese liderazgo haitiano se ha especializado en armar todo tipo de conflicto con el único fin de quitar algo a nuestro país, en beneficio de sus aristocracias ruines y desalmadas.

Al respecto, el llamado a la intransigencia nacionalista frente a esa cúpula procede. Y se expresaría como clarinada: ¡Ni un milímetro de algo para Haití!

El gobierno dominicano debe responder a Haití con vigor y con un acto similar de mayor proporción, por primera vez en su historia. Y hacerlo por sí mismo.

Y si el gobierno de ese país y su empresariado —que han destruido sus recursos de desarrollo y su medio ambiente— insisten en drenar agua del Masacre en perjuicio de los ecosistemas binacionales y de los agricultores dominicanos, nuestro gobierno queda facultado para construir una presa desde el nacimiento mismo de este cauce en Monte Cristi, en su porción incluida en nuestro territorio, o en su nacimiento en la Loma del Gallo, en Loma de Cabrera.

Ese cauce del Masacre hay que preservarlo de la actitud depredadora ya conocida con la cual esos nacionales interactúan con sus factores determinantes del desarrollo económico y social.

Muchos diplomáticos, especialmente haitianos, están hablando de diplomacia y de convención que incluya a uno u otros Estados en la “solución” de este “conflicto”. Recordemos la historia: al participar en este tipo actos, para complacer a terceros y a Haití, nuestro país ha perdido. Varias veces. Obsérvese y recuérdese la reducción del territorio nacional sufrida a causa de esa participación. Recurriendo y accediendo a ese diálogo “diplomático” la República Dominicana perdería con toda seguridad, pues lo que la historia dice es que esas terceras partes han actuado como “juez y parte”. Las probabilidades de que tal conducta se repita es mayor en la actualidad, dado el interés estadounidense por retener a los haitianos en algún lugar lejos de sus fronteras; y el de otras naciones en despoblar ese territorio con fines de, reduciendo su población, reducir su precio y venir a instalarse allí sin los riesgos y amenazas de tener que interactuar con ese “tipo de gente” con la cual pocos en el mundo desean hacerlo y que en el memorial occidental de los colonialistas permanece como un pueblo capaz de arrancarles la cabeza a machetazos, con brutalidad y asechanza.

Quien quiera venir con discursos bonitos está equivocado. La historia los desmiente.

La diplomacia dominicana y quien la dicta deben tener bien presente que el sentido de población será el que definirá el perfil del Estado dominicano ante las demás naciones, hoy y a futuro. Es el argumento al cual recurrió Estados Unidos en su intervención en Haití de principios de siglo para imponer el tratado fronterizo del 21 de enero del año 1929 que lesionó la territorialidad nacional.

Si más haitianos siguen instalándose en la República Dominicana, será el mismo argumento al que recurrirán para imponer “la solución”, a costa nuevamente de la República Dominicana ya que nuestros nacionales no emigran hacia Haití. Estamos, pues, ante una transformación progresiva y silenciosa pero permanente del perfil nacional con miras a imponer la unificación o ampliar a Haití hacia el Oriente.

El objetivo es capitalismo puro y de econometría: desean mediar con una solo Estado insular. Esto es: una aduana, un gobierno, una cancillería, un ejército, etc.

De manera que el gobierno nacional debe aprovechar esta coyuntura para, partiendo de esa premisa y lógica, reducir al mínimo la presencia haitiana en territorio dominicano. Y ampliar los esfuerzos para tener completamente regularizados a todos los nacionales de ese país residentes aquí.

Respecto a la construcción de ese “canal” de la discordia en Haití para tomar agua del Masacre, la República Dominicana debe responder con un acto de la misma naturaleza pero de mayor proporción: que deje clara la superioridad de la organización social, económica, política y de recursos a la mano de nuestro Estado frente a las pretensiones haitianas actuales y las por venir.

Y renunciar a toda alharaca o despliegue militarista.

Y a la explotación politiquera de un tema de tanta importancia para la supervivencia nacional.

Porque si el gobierno haitiano declara la soberanía sobre las aguas del Masacre en su territorio, al hacerlo faculta a la República Dominicana a actuar de igual modo con las aguas de este cauce que serpentean por nuestro territorio. La solución no es discutir ni hablar, ni diplomacia, ni convenciones, ni militares: ¡es construir una presa en la Loma del Gallo, en Loma de Cabrera!, y Sanseacabó.

Continuar desarrollándonos, fortaleciéndonos, satisfaciendo las necesidades hídricas nacionales.

Y para cualquier tema que en el futuro pueda generar o genere un conflicto dominico-haitiano la divisa ha de ser de nacionalismo intransigente, puro y simple: ¡Ni un centímetro de algo para los corruptos e indolentes gobernantes y empresarios de Haití!

Listín Diario

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