Educación y empleo en la RD

JOSÉ LUIS DE RAMÓN

La prensa nacio­nal ha reseñado que en el reciente concurso de opo­sición docente pa­ra contratar a más de tres mil maestros que se necesitan para nivel primario, de once mil pos­tulantes apenas 528 lograron aprobar las pruebas aplicadas.

Un maestro es un profesional universitario. Ha sido graduado de secundaria y de la universi­dad. Que el 95% de los aplican­tes fallen esta prueba nos habla muy mal de los quienes dieron los títulos de bachiller y de licen­ciado y de quienes supervisaron la calidad de la enseñanza.

El evento sería suficiente para que suenen todas las alarmas y se exija revisar el pacto educati­vo de arriba abajo. Pero, vistas las reacciones, lo que probable­mente pase es …que no pase nada …y que esas tres mil pla­zas de maestros se llenen con los que tomaron el examen, in­dependientemente de su cali­dad, haciéndose los “ajustes” que hagan falta, sin explicacio­nes satisfactorias ni medidas co­rrectivas en relación al proceso de formación de estos maestros.

Ojalá equivocarme, pero con la apertura de las escuelas ve­remos muchas “historias de te­rror” , eventos que comprome­ten la calidad de la educación . Las universidades no son preci­samente un ejemplo, tampoco. La población las asumirá con in­dignación resignada.

Esta falta de urgencia nacional ante las carencias de la educa­ción lleva al economista a una pregunta obligada: ¿esta econo­mía, de verdad, necesita gente formada? Los datos (TSS, julio 2021) indican que, si bien sería agradable que la economía dis­pusiera de gente educada, en realidad no es una necesidad. Se puede hacer una conexión entre salario y educación. Es razonable asumir que, en ge­neral, los empleados que más ganan cuentan con una mejor educación. Visto así, las esta­dísticas sugieren que la econo­mía, en realidad, necesita muy poco personal de alta califica­ción. Para ajustarnos a las esta­dísticas disponibles llamémos­le “personal de alta calificación” al que pueda exigir un salario de RD$50,000, después del recien­te aumento salarial. En el sec­tor formal, donde están los me­jores empleos, solo 11% de los empleados ( unas 244,979 per­sonas) tiene salarios por enci­ma de los RD$ 50,000, con un promedio salarial mensual de RD$92,161. De estas, 139,042 (57%) trabajan en el sector pú­blico. Otro 11% de los emplea­dos tiene un salario mensual mayor a RD$ 30,000 (pero me­nor a RD$50,000), con un sa­lario promedio de RD$39,051; Este grupo son 232,915 perso­nas, de los que 111,437 (48%) trabajan en el sector público.

El 78% de los empleados for­males tiene salarios menores a RD$30,000, con un salario pro­medio de RD$14,42. El país tie­ne aproximadamente la mitad de la fuerza laboral en el sector informal, donde hay muy po­cos “salarios” por encima de los RD$30,000. Así, el sector pri­vado completo se gerencia con 105,937 personas con salarios de más de RD$ 50,000. Todos los sectores de la economía se han adaptado a las demandas de la modernidad de manera si­milar, cómodamente. Esto que­da evidenciado cuando, pese a las altas tasas de crecimiento de nuestra economía, su estructu­ra no ha cambiado. Como por­centaje del PIB, los distintos sec­tores tienen prácticamente la misma participación que hace quince años. Por supuesto, no todos los sectores han mostra­do el mismo dinamismo; y en lo agregado, los servicios repre­sentan un 3% más del PIB que hace 15 años. Pero el cambio es­tructural es mínimo. ¿Podría la economía haber mejorado mu­cho más con una población edu­cada? Por supuesto, pero no en forma sustancial. Los creadores de empleo no están requiriendo alta calidad de los recursos hu­manos. Y sin una masa crítica de personal calificado es imposi­ble atraer inversión foránea pa­ra su aprovechamiento. Lo que si hubiera mejorado es el bien­estar, que es más importante que la producción. Nadie pue­de discutir la importancia de la educación. Un ser humano edu­cado es más humano. La educa­ción nos dignifica, nos potencia, nos da poder y libertad. Proba­blemente con una población más educada la civilidad fuera mayor. Fomentar la calidad de la educación es una cruzada de ciudadanos. No esperemos que sea la locomotora de la econo­mía la que arrastre el vagón de la educación.

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