Más relación, menos religión

Rafael Acevedo

La palabra religión proviene del griego “religare”, que significa amarrar, ligar fuertemente. Se refiere a la relación entre los hombres y Dios. Suele ocurrir que quienes se ocupan de promover, administrar y dirigir esa “relación” del hombre con Dios, la convierten en un fin en sí misma. Un proceso que realizan diferentes grupos de hombres y mujeres, que suelen tener muchas dificultades para llevar a cabo los propósitos originales de Dios respecto a dicha relación; generándose procesos burocráticos en los cuales los valores e intereses de los intermediarios dejan en un segundo plano los objetivos fundamentales propuestos por Dios y los profetas fundadores de dicha religión.

Esas formas adulteradas de “administrar lo que ellos entienden como la voluntad de Dios”, suelen ser similares a las que los dominicanos padecemos con la intermediación de políticos y burócratas en la administración del estado.

Donde suelen ser los funcionarios y burócratas, quienes se benefician más que el pueblo, los ciudadanos.

Según la historia del pueblo de Israel, Yahvé advirtió gravemente sobre este asunto en diversas ocasiones. Mientras, la gente se negaba a escuchar su voz directamente; preferían a Moisés como intermediario, que escuchara y luego les contase. Los pueblos suelen distanciarse de Dios y hasta de la burocracia estatal o religiosa, para sentirse libres de hacer lo que les apetece.

Los israelitas renegaron las recomendaciones y disposiciones de Dios, y hubo momentos en que nadie recordaba siquiera los diez mandamientos. Y tuvo Yahvé que enviarles al Cristo para que los conmoviera con el drama terrible de su muerte en la cruz, para recuperar parte de lo que se había perdido.

Cristo rechazó los burocratismos, y predicó una relación de amor directa y personal con Dios Padre, con la sencilla y sublime ternura de querer que todos seamos uno con él y con Dios Padre.

El poeta Pablo Neruda expresó el rechazo al hijo en vientre de la amada, para que dicha criatura no alterase la relación entre él y su ella. “Yo no lo quiero, amada, para que nada nos separe, que nos una nada”.

Una relación personal con Dios no es cosa fácil. El amor siempre es exigente. Uno de los grandes problemas de la humanidad de hoy es que no sabemos amar, y crecemos con adversidad a los compromisos amorosos; muchos tienen fobia al matrimonio, la paternidad o maternidad.

Los humanos se están haciendo infértiles, machorros, homosexuales y cualquier cosa que evite comprometerse. Algo connatural a una humanidad carente de propósitos, proyectos y metas comunes; ni siquiera individuales.

Actualmente se desploman religiones, ideales nacionales y patriotismos; pero no en pos de una hermandad o ideal universalista, sino en aras de un egoísmo primitivo y corrupto y obsceno.

Dios quiere amistad y afecto personal con cada individuo. Su capacidad de amarnos es infinita. Indudablemente, es muy exigente.

Toda religión o mediación tiende a complicarse y corromperse. Dios rechaza que alguna persona, religión o idea se ponga en medio de ti y de él. Como a veces logra hacerlo un buen papá o mamá con cada hijo.

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